La poesía de este novísimo autor nacional simboliza una creación enlazada con el sentimiento vívido de una sensualidad honesta, cotidiana y atormentada, donde destacan sus líneas culposas y sinceras en la intención de capturar los olores y la corporalidad de una sexualidad que se compenetra con los anhelos más genuinos y existenciales de su peculiar hablante lírico. Aquí, una selección extraída de su libro «Crónicas del Chakal» (Los Perros Románticos, Santiago, 2017), y adjuntada especialmente para el Diario «Cine y Literatura».
Por Andrés Torres Meza
Publicado el 21.1.2018
Zonas de peligro
Zonas de Peligro anuncian las señalÉticas-autodestructivas
en las esquinas de la falopa
donde los zombis levitan sobre los pasos de cebras
por sobre las costillas de concreto
en estado: PILOTO-AUTOMATIKO
hasta la _______________________________de tanax:
siguiendo largas franjas de rayas-tanax
siguiendo largas franjas de rayas-raspado de muralla
siguiendo largas franjas de rayas-como-cordilleras
[bajo la polucionada nube de smog
siguiendo largas franjas de rayas hasta las narices
siguiendo largas franjas de rayas hasta la muerte
Entre la foresta furiosa
La foresta
débilmente iluminada
alberga sombras chinescas
que saltan /
se pervierten.
Aguas del Mapocho
pequeños murmullos
pulmones tísicos /
seres agónicos.
Arbustos se agitan
risillas de niños caen de las hojas
palabras se cortan
no alcanzan a nada decir.
Olor a entrepiernas
elevándose desde la hierba
a la noche
hacia La Cúpula de Neón
impregnando a la ciudad
de olor a vísceras de pescado
Aborto
Y la criatura
estaba a punto de emerger del vacío
como un Sol Negro
-muchas contracciones duró el parto-
y mientras el obstetra rasgaba el vientre, yo
te acariciaba las mejillas.
Y le sacó de una pierna
comenzó a sollozar / gritar /
sangre / placenta chorreaban desde su pequeño
arrugado rostro.
El obstetra dijo: “Pulmones buenos, está apto”,
depositándolo sobre una pesa.
“2 kilos 30, está apto”, confirmó el técnico tras el
instrumento metálico.
La partera acercó su pequeño rostro anfibio
a tu rostro contraído de dolor / empapado en lágrimas.
Lo depositó en mis brazos gritando a los instrumentos quirúrgicos:
“Los hombres también engendran piojos y gusanos. Sígame,
está apto”.
Cargué a nuestro hijo por aquellos pasillos impregnados
a enfermedad
mientras tus gritos heridos como un lenguaje inútil,
agonizaban sobre la camilla de operaciones
a merced
de las enguantadas manos de los cirujanos / reclutadores de
vida-muerta.
Y le miré,
al hervidero de gusanos en mis brazos. Contemplaba
una mancha de rorschach en la pared blanca de nuestra casa.
Somos:
vacíos envases / inutilidad / sin finalidad alguna
líquidos mezclándose / apretándose en busca del remedo
[a la vida.
Producto símil al acto de la diarrea / a la orina.
Producto del sudor helado. Producto de aquel suspiro
que nada dura.
¿Qué podemos esperar que salga de nuestros penes?
¡Largas franjas de semen-fecal!
Mejor
un raspado, algo que barriese
con toda aquella cantidad de células
sin sentido
El culpable
El primer golpe lo di yo.
Puñetazo en el ojo.
Extraño
delicioso
puñetazo que
inauguró en nosotros
el cruce de una nueva frontera
más exquisita
nuevas maneras
de sentirnos repulsivos
deseosos de seguir
practicándonos mutuamente
exorcismos a fuerza de golpes
y extraer
del otro
a la aberración
al demonio
culpables de nuestro odio:
¡AQUEL MALDITO BEBÉ CON ALETAS DE PEZ!
Vacío
Nunca
tocó el vientre.
Nunca
toqué su vientre.
Nunca la vi hablándole.
Nunca me vi hablándole.
Ni lo acarició como suelen hacer las madres.
Ni lo acaricie como suelen hacer los padres.
Una noche, al regresar del trabajo
la encontré mirándose el pellejo estriado.
La cabeza, ligeramente inclinada.
Los ojos, muy abiertos.
Al darse cuenta de mi presencia
se incorporó.
Me miró fugazmente refugiándose en la cama.
¡Qué estúpidos hemos sido!
No nos hubiese costado más de 70 lucas
partir en busca de algún doctor Benway para que vaciase toda
aquella montaña de carne sin sentido. Pero el tiempo pasó y pasó
y cada uno de nosotros, hombres en el metro, hombres
arriba de las micros, humanos por miles marchando
por las calles adoquinadas
mirábamos aquel vientre sin prestarle ninguna importancia.
¡Ahora todos nosotros yacíamos condenados a cuidar a una
[criatura nacida del vacío!
Nuestro hijo
Una criatura
con aletas de pez
adicta a tus tetas con calostro
envenenadas con raspado
de muralla / tanax
emergiendo pegajosa del interior de tu vagina
arrastrándose hasta el piso
intentando escabullirse entre los plateados / fríos
instrumentos médicos
temerosa de que la fuésemos a pisotear.
Eso pensé que nacería entre tú y yo.
“Era hijo del hombre y de la mujer, según me han dicho.
Me sorprende… ¡creo que fue más!”, dijo
la partera con sus manos llenas de placenta
*Lautréamont
Hijo del vacío
“Espéculo”, le dijo el obstetra
mostrándole la máquina de metal
con la que ensanchó el vacío / la cuenca.
Penetró una mano en el interior.
El vientre comenzó a desinflarse.
A tornarse amarilla la piel.
Negras venas emergieron de las estrías
enramándose por todo el cuerpo
surcando direcciones diferentes / líquido
derramado sobre un mapa-sueño de carne.
El obstetra no dejaba de repetir:
“Está muy bien, apto. Todo en su lugar, apto”.
A medida que la mano enguantada
hurgueteaba en el interior del cuerpo,
el vientre se arrugó más / facciones
emergieron en la piel
como dibujos o poemas inacabados. Era
el rostro de aquella promesa futura. Parecía
tener cuatro ojos / dos narices / dos bocas
Pozo vacío
El puño se enterró en su ojo.
Quedó suspendida por segundos.
Todo el cuerpo temblando
Desmoronándose parte por parte
Quedando regada por el suelo en escombros /
Casa propia / sueños conyugales x dos UF mensuales
X veinte años
“Párate perra, párate puta de mierda”, gritaron los días
[de abstinencia.
“Las paredes son de cartón piedra, locos culiaos”, gritaron
[los vecinos desde el otro lado.
No se movía. Yacía boca abajo.
La punta del zapato aplastó una de sus manos.
Nada. 0 movimiento.
Me acuclillé. La voltee:
pupilas flotando en pantanos de blancura zombi.
Nariz sangrando.
Respiraba. Vivía.
Observé la violencia de la belleza carcomiendo el cuerpo.
Recorrí su senos / pezones.
Rápido bajé sus pantalones.
Rápido sus calzones.
Encontré la piel azucena.
Abrí las fastidiosas piernas.
Seguía allí la negrura perpetua.
Penetré la negrura / la cuenca / en ella.
Las manos escarbaron debajo de su piel dañándola
Acariciando el vacío en su cuerpo.
Necesitaba rajarla en dos.
Besar suavemente las mejillas enrojecidas por la sangre.
Besar el ojo humillado, el ojo huero
comprender la belleza de la cuenca devorando todo:
LA ÚLTIMA UTOPÍA DEL HOMBRE
LO QUE NOS CONDENA AL BARRO
LO QUE NOS CONDENA A LA MUERTE
¿Puede llamarse a esto un paraíso?
Un paraíso incendiándose / consumiéndose
cada vez que entro y salgo.
Entro y salgo
y a mi alrededor
las cosas:
sillas / mesas / vellos púbicos
muros / yesca sangre / zapatos
MANCHAS DE RORSCHACH
bostezan
Síndrome de Abstinencia
Deterioro o pérdida de la audición.
Tinnitus.
Hiperacusia.
Dolor de cabeza.
Fatiga.
Problemas gastrointestinales.
Ansiedad / terror / pánico.
Dolor de pecho.
Disminución de la concentración.
Síndrome de piernas inquietas.
Pesadillas.
Paranoia.
Insomnio.
Náuseas / vómitos.
Espasmos musculares.
Presión arterial elevada.
Sensaciones de shock eléctrico.
Taquicardia.
Visión borrosa.
Pérdida del apetito.
Mareo.
Sensación de irrealidad.
Trastorno obsesivo compulsivo.
Cambios de humor.
“Mi opinión es que usted sufre de ataques de pánico que son muy frecuentes en estos tiempos entre la población. Le recetaré el pan diario del díazepam. Los síntomas que me describe debiesen desaparecer dentro de las próximas semanas, me dijo el doctor Benway mientras se quitaba los guantes de látex blancos”.
Convulsiones.
Violencia.
Coma.
Trastorno de estrés postraumático.
Psicosis.
Ilusiones.
Manía.
Ideaciones de homicidios.
Delirium tremens.
Suicidio
* Elvira Hernández
Andrés Torres Meza, nace en Santiago, cuenta con estudios en fotografía, literatura y bibliotecología. Actualmente reside en la localidad metropolitana de Padre Hurtado. Ha publicado el poemario «Tras la cúpula de neón un dios loco observa», editorial La Polla Literaria (2014), «Crónicas del Chakal», editorial Los Perros Románticos y «Siameses de sueño», por Filacteria Ediciones.
Imagen destacada: Los actores españoles Paz Vega y Tristán Ulloa en un fotograma del filme «Lucía y el sexo» (2001), del realizador hispano Julio Medem