Herida por su marginación desde 1992 en la deliberación por el mayor galardón que entrega el Estado de Chile a sus creadores artísticos del lenguaje, la Sociedad de Escritores de Chile ha dado a conocer una declaración en la cual plantea recuperar su rol en la concesión del estímulo público que esa misma institución impulsó hace décadas, y donde también aboga por el restablecimiento de su otorgamiento anual, por parte de los encargados de dirimirlo.
Por Edmundo Moure Rojas
Publicado el 10.7.2020
La Memoria Chilena de la Biblioteca Nacional de Chile nos recuerda que:
“El 6 de noviembre de 1931 cuarenta y dos escritores firmaron el Acta de Constitución de una Sociedad de Escritores: Marta Brunet, Mariano Latorre, Domingo Melfi, Ernesto Montenegro, Manuel Rojas, Joaquín Edwards Bello, Antonio Acevedo Hernández, Benjamín Subercaseaux, Daniel de la Vega, Jenaro Prieto, Guillermo Atías, entre otros. En enero de 1932 se constituyó el Directorio Provisional de la Sociedad, encabezado por Domingo Melfi en la presidencia (Aguilera, Oscar y Antivilo, Julia. Historia de la Sociedad de Escritores de Chile: los diez primeros años de la Sech y visión general, 1931-2001. Santiago: Sociedad de Escritores de Chile, 2002, p. 8). Así nació esta corporación literaria gremial, con el objetivo fundamental de profesionalizar el oficio del escritor. Desde ese momento la Sech ha cosechado importantes logros gracias a las buenas gestiones, pero también ha enfrentado continuas crisis y críticas en su contra.
Desde su fundación los presidentes de la Sech han sido, en su mayoría, destacados escritores y Premios Nacionales de Literatura, cuya presencia y trabajo ha enaltecido la imagen de la institución, que ha desarrollado una constante labor en la edición de libros y revistas. Entre estas últimas se encuentran la revista Sech, Boletín de la Sociedad de Escritores de Chile, publicada por primera vez en mayo de 1936, hasta Simpson 7, ambas destacadas exponentes en el campo de las revistas literarias chilenas.
La labor de la Sech también se ha volcado a la organización y asesoramiento de concursos literarios, al desarrollo de congresos y la realización de homenajes a escritores. En abril de 1937 la agrupación organizó el Primer Congreso de Escritores de Chile. A fines del mismo año inauguró la primera versión de la Feria del Libro, que venía preparando por tres años y en cuya organización Tomás Lago desempeñó un papel fundamental. En 1969, bajo la presidencia de Luis Sánchez Latorre, la Sech organizó el Congreso Internacional de Escritores, donde participaron, entre otros, Mario Vargas Llosa, Ángel Rama, Juan Rulfo, Fernando Alegría, Enrique Lihn, Francisco Coloane.
Al finalizar el encuentro, los participantes firmaron una declaración en la que abogaban por que: se «termine con todo género de explotación física y espiritual de la criatura humana aspirando a una sociedad sin clases, donde todos tengan acceso a la cultura y a los bienes materiales» (López, Óscar. «En los 60 años de la Sech». Simpson 7, 1º Semestre, 1992, p. 47).
Durante la década del setenta y comienzos de los años ochenta, en los primeros diez años de la dictadura militar, la Sech fue dirigida por Luis Sánchez Latorre, cuyo «prestigio y ponderación», según López: «contribuyeron a mantener a salvo la institución» (p. 49). Pese a ello, el año 1978 la Sech perdió el derecho a participar con dos representantes en el jurado del Premio Nacional de Literatura. La historia de la SECH durante la dictadura de Augusto Pinochet, según Ramón Díaz Eterovic: «no es otra que la historia de los escritores chilenos obligados a crear y expresarse de espalda al miedo, desafiando a censores anónimos y militares de rostros pintados que veían con recelo la literatura» (Simpson 7, vol II, 1992, p. 12).
A pesar de su larga trayectoria y tradición, la Sech ha experimentado altibajos en su gestión que dan cuenta de un esplendoroso pasado, pero a la vez de un apagado presente, poco gravitante en el campo literario nacional.
Precisamente, de lo que se trata hoy es volver a posicionar a la Sociedad de Escritores de Chile en el lugar que le corresponde, por tradición, prestigio e idoneidad, para que retome su responsabilidad en las decisiones significativas acerca del desarrollo del quehacer cultural en nuestro país, sobre todo aquellas relacionadas con la literatura, su ámbito específico y de acción preferente.
Es una triste paradoja que, en 1992, cuando accedíamos a la supuesta democracia postdictadura, el primer gobierno concertacionista haya despojado a la Sech de su cupo en el jurado que discierne el Premio Nacional de Literatura; es penoso e incomprensible que, transcurridos veintiocho años de aquella ignominia, sigamos marginados, como institución, de esa instancia y de otras en que la presencia de la Sech se hace necesaria e imprescindible.
Tarea para un futuro cercano: a) reposicionar a la Sociedad de Escritores de Chile en las decisiones estatales de la Cultura, a partir de la inclusión de uno o dos representantes en el Jurado del Premio Nacional de Literatura; b) otorgamiento anual del Premio y mejora sustantiva del monto asignado a la ganadora o al ganador.
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A continuación, reproducimos la declaración —con fecha de 8 de julio y citada al comienzo de este artículo—, por el Directorio Nacional de la Sociedad de Escritores de Chile:
DECLARACIÓN PÚBLICA
En el marco del proceso abierto en el país con miras a la postulación y posterior deliberación en torno al Premio Nacional de Literatura, el Directorio Nacional de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) declara:
1° Que, puesto en perspectiva histórica, dicho galardón fue una iniciativa propuesta al Estado por la Sociedad de Escritores de Chile (Sech), acogida e impulsada como proyecto de ley por el Presidente Pedro Aguirre Cerda, y luego promulgada por su sucesor, Juan Antonio Ríos, en 1942, a modo de reconocimiento “al escritor cuya obra u obras sean acreedoras a esta distinción”, por ser parte de los trabajadores que no estaban protegidos por las leyes previsionales y que no contaban con beneficios asistenciales, disponiéndose, al efecto, de un jurado compuesto por el rector de la Universidad de Chile, un delegado, representante de la Sociedad de Escritores de Chile, y un representante designado por el Ministerio de Educación (Ley 7.368). Que, en 1960, incluso se amplió la representación en el jurado de nuestra institución con un segundo delegado, junto con acoger a un miembro de la Academia Chilena de la Lengua.
2° Que, a partir de entonces, la sociedad chilena dispuso de una herramienta propicia para valorar y visibilizar el quehacer de quienes han puesto su cometido al servicio de las letras y el progreso de la cultura nacional, al tiempo que, en cuanto institución, el Premio Nacional fue ampliándose también, con análogo espíritu, para dar un merecido relieve a creadoras y creadores en las más diversas disciplinas de las artes, así como, igualmente, a quienes han aportado a la generación de conocimiento desde las ciencias y las humanidades, todas ellas actividades esenciales para la construcción de una comunidad justa, democrática, participativa y pluralista, que vela por los derechos y el bienestar de sus miembros.
3° Que, sin embargo, tal espíritu fundacional colisiona frontalmente hoy con una realidad muy distinta, en el marco de la cual la institucionalidad vigente reduce a niveles paupérrimos la inversión en arte, cultura, ciencias y educación, llevando a Chile a ocupar en estas disciplinas los últimos lugares en presupuesto, como porcentaje del PIB, entre los países de la OCDE, bloque en el cual, como correlato, el país se ubica también al final de la tabla en materia de equidad social y comprensión lectora.
4° Que, en el intertanto, y en línea con lo anterior, el Estado ha ido renunciando no solo al diálogo con las organizaciones culturales del territorio, sino que además ha puesto cortapisas a la necesaria y enriquecedora participación de las fuerzas vivas de la sociedad en la definición y puesta en marcha de las políticas públicas de fomento a las letras, las artes y la cultura. Ejemplo patente de ello es el actual proyecto (en reemplazo de la Ley 17.288), que busca dejar fuera del Consejo de Monumentos Nacionales los cupos hasta ahora existentes para representantes de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) y de la Asociación de Pintores y Escultores de Chile (Apech).
5° Que, con idéntico procedimiento, la Ley 19.169, de 1992, incluyó la insólita disposición de dejar fuera del jurado que otorga el Premio Nacional de Literatura a los representantes de la Sociedad de Escritores de Chile, es decir, se excluyó y anuló de plano el derecho a deliberar y sufragar precisamente a la organización creadora de tal reconocimiento.
6° Que, agravando ese regresivo y paradójico escenario, el Premio Nacional pasó de ser otorgado anualmente a constituir, a partir del Decreto 681 impuesto por la dictadura en 1974, una entrega solo cada dos años, lo que ha significado que un sinnúmero de destacados nombres que dieron lo mejor de sus letras a Chile y al mundo, murieron sin recibir el más elemental estímulo que les ayudara a sobrellevar la existencia en el ejercicio de un oficio cuyo verdadero valor está muy lejos de ser rentable. Un estado de cosas como el descrito solo contribuye a exacerbar otras distorsiones, como la impresentable y vergonzosa circunstancia de que, en casi ocho décadas de existencia, el Premio Nacional de Literatura ha recaído solo en cinco oportunidades en mujeres.
7° Que, teniendo a la vista estos antecedentes, la Sociedad de Escritores de Chile formula el más urgente llamado a enmendar y revertir tan lamentable camino, y exige a las autoridades, especialmente a las que integran los Poderes Ejecutivo y Legislativo, brindar las condiciones materiales que hagan efectivamente posible y digno el quehacer de las letras y las artes del país; garantizar la justa representación de las organizaciones de la sociedad civil en la definición de políticas públicas en el ámbito de la cultura; restablecer el papel de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en el jurado del Premio Nacional de Literatura, y restituir la anualidad con que este reconocimiento se otorga, de manera, además, que las obras de los autores galardonados vuelvan, como antaño, a nutrir los planes de lectura en los programas de estudios de las escuelas. Asimismo, invitamos a todas las entidades que dan vida al tejido social a unir fuerzas y voluntades para avanzar en la ruta de democratizar el más amplio acceso al arte y la cultura.
Directorio Nacional Sociedad de Escritores de Chile, Santiago, 8 de julio de 2020.
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Edmundo Moure Rojas, escritor, poeta y cronista, asumió como presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en 1989, luego del mandato democrático de Poli Délano, y además fue el gestor y fundador del Centro de Estudios Gallegos en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios superiores en la cual ejerció durante once años la cátedra de «Lingua e Cultura Galegas».
Ha publicado veinticuatro libros, dieciocho en Sudamérica y seis de ellos en Europa. En 1997 obtuvo en España un primer premio por su ensayo Chiloé y Galicia, confines mágicos. Su último título puesto en circulación es el volumen de crónicas Memorias transeúntes.
En la actualidad ejerce como director titular del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: El ex Presidente de la República de Chile, Patricio Aylwin Azócar (1990 – 1994).