La publicación de un adelanto en este espacio, perteneciente a la novela inédita que lanzará próximamente la editora adjunta del diario «Cine y Literatura», motivaron las siguientes reflexiones de un escritor chileno, en torno al quehacer creativo de la también narradora nacional.
Por Francisco García Mendoza
Publicado el 8.09.2017
Jugar con el lenguaje no es fácil. No es fácil tensionarlo, estrujarlo, llevarlo al límite de sus posibilidades sin caer en la incoherencia semántica. Las palabras merecen un orden tal vez. Hay un orden habitual, o cotidiano, que es el efecto que produce una narración: alguien cuenta algo. Hay un orden poético, que en realidad es un (des)orden y también responde a un flujo; es más bien quizá un orden político. El adelanto de Eugenia Prado sobre su novela “Asedios” viene a confirmar la poética, o política que quizá es lo mismo, que ha ido desarrollando con los años a través de su obra. Su propuesta estética es siempre indagar en las posibilidades del lenguaje, habitar voces, sugerir hablas, alterar los órdenes, las lógicas de la palabra. Hay cierta coincidencia cuando la narradora menciona el flujo del humo que se impregna en las paredes, en la ropa, en los dientes, se enreda en el pelo y todo se confunde con las horas. Hay una superposición de significados y es cuando también aparece el cuerpo que reclama su parte en esta sintaxis del extrañamiento. Hay posibilidades, en la obra de Eugenia siempre hay posibilidades. Hay ensayo de secuencias, hay metamorfosis de la forma, hay alteraciones del orden natural. Hay tránsitos sensoriales, imaginarios, confusiones de planos: realidad/ficción, continente/contenido, composición/descomposición y todo el asedio en sintonía con el ejercicio escritural de la protagonista. Teclear, borrar, corregir, revisar un par de palabras, cambiar el color, modificar un par de párrafos, perder esa posibilidad de registro que la escritura ofrece e inventar y acceder, desde luego, a nuevas posibilidades.
Imagen destacada: La actriz francesa Vanessa Paradis, en un fotograma del filme «La chica del puente» (1999), de Patrice Leconte