Icono del sitio Cine y Literatura

«Punto ciego» en el GAM: Una experiencia sobre la oscuridad

El montaje que analizamos -el cual tiene su última semana en cartelera- es una composición teatral que responde a la “acción eficaz” de la que habla el teórico Marco De Marinis, quien sostiene que el éxito del teatro radica en cómo las acciones escénicas van desde la sinestesia a la cinestesia, lo cual es precisamente lo que ocurre en la obra, pues el énfasis en la sensorialidad deviene en movimiento y performatividad, instancia donde la eficacia del actor –entendido como «performer»– es el vehículo que irrumpe en la percepción del espectador.

Por Jessenia Chamorro Salas

Publicado el 28.8.2018

¿Ver para creer?

Usualmente asociamos el conocimiento y la verdad al sentido de la vista, es éste el que nos permite literalmente “ver” el mundo, y no solo percibirlo. De ahí que este verbo sirva de metáfora para referirse al esclarecimiento de una verdad oculta, al conocimiento que se adquiere, a una solución que se vislumbra, e incluso a aspectos más prácticos como “ver” una pintura o una obra de teatro. Pero qué pasaría si careciéramos de tal sentido y “viéramos” el mundo de otra manera; qué pasaría si de pronto, en la oscuridad ocurriera un acontecimiento del que somos testigos. ¿Seguiríamos afirmando ese antiguo dicho de origen cristiano “Ver para creer”?

Punto ciego nos inserta en esta disyuntiva a través de una experiencia sensorial en que la carencia del sentido de la vista promueve la emergencia de otros sentidos, primordialmente el auditivo, por medio de sonoridades materiales y corporales que invitan al espectador a adentrarse en un viaje espacio-temporal hacia el juicio que el Estado de Chile en 1880 efectuó contra los brujos de Chiloé, capítulo histórico que destaca tanto por el misterio y la “oscuridad” que habita –incluso en la actualidad– en torno a la “La Recta Provincia» – como por las elucubraciones acerca del crimen ocurrido en Chiloé.

La Compañía Teatro Persona (Telepatía, La fábrica de vidrio) ha elaborado un montaje en donde la experiencia de la ceguera es el eje articulador, ceguera biológica, cultural e histórica que ha invisibilizado distintas zonas por ser consideradas “oscuras”. Ceguera que es a su vez metáfora de nuestra propia incapacidad para ver más allá, para creer en lo desconocido, para valorar aquello que ha sido aplastado por la hegemonía del empirismo y de la “vista” como único sentido que permite acceder a la realidad.

Punto ciego, concebido como acontecimiento teatral, es el resultado de un trabajo investigativo y colectivo en que tanto su directora Ignacia González como el elenco (Lorenzo Morales, Heidrun Breier, Francisca Traslaviña, Alejandro Ferreira y Camilo Navarro) han abordado ese mundo otro que implica percibir en la oscuridad, a partir de lecturas teóricas, entrevistas, entrenamientos y la elaboración de un laboratorio para ciegos, que les permitió reconfigurar su quehacer escénico a través de una propuesta teatral en que la ceguera abarca tanto el tema del montaje como el vestuario, la disposición escenográfica, la iluminación, la sonoridad y el despliegue actoral.

La obra inicia a oscuras, los espectadores debemos prácticamente a tientas acceder a nuestro asiento. De pronto, el relato comienza a través de la cálida voz del audio-descriptora (Breier), quien nos invita a imaginar un tiempo, un espacio y una acción, percibiendo cada uno de los elementos que hay a nuestro alrededor, por medio de una conciencia metateatral que en ningún momento olvida que lo que está ocurriendo en escena –y que aun no “vemos”, solo percibimos– es parte de una puesta en escena. La audio-descriptora invita a imaginar para percibir, porque solo percibiendo el entorno se puede lograr “ver” de otra manera, de la forma en que lo hace una persona no vidente caminando por la calle, atenta y alerta a cada sonido y movimiento que percibe.

Algunas luces muy bien focalizadas se encienden, iluminando las siluetas negras de los personajes, quienes están dispuestos en el centro de un escenario que está en medio de dos galerías dispuestas frente a frente, en que los espectadores se miran sin saber a ciencia cierta si son otros o si corresponden al reflejo de un espejo. “Hay más cuerpos de los que se pueden ver”, señala la relatora, porque la oscuridad no permite ver a la totalidad de los espectadores que están de frente, un encuadre escenográfico lo impide. Este aspecto resulta fundamental ya que evidencia que el título de la obra lo permea todo, la existencia de puntos ciegos tanto a nivel argumental como en la puesta en escena. El encuadre genera puntos ciegos a los costados del escenario, mientras que el juego de claroscuro de la iluminación constantemente devela fragmentos y ennegrece otros. Además, el despliegue escénico de los personajes y su disposición corporal genera que mientras unos espectadores los vean de frente, los otros los ven de espaldas, lo que tal como el teórico Georges Banu en “De espalda y de frente” sostiene, responde a una intencionalidad, en este caso, la de subrayar los puntos ciegos tanto escenográficos como espaciales.

El espacio cobra vital importancia en el montaje en cuestión, ya que se ha reconfigurado en su totalidad a partir de la consigna de la ceguera, pues además de lo ya enunciado, las corporalidades en el espacio son percibidas y proyectadas de una manera diferente debido a la oscuridad de la atmósfera, siguiendo a la teórica del teatro Josete Féral, los cuerpos han encontrado un nuevo espacio para desenvolverse, esta vez bajo una lógica muy distinta a la convencional, la lógica de la ceguera, cuya ley gravitacional es la oscuridad y esos destellos lumínicos que de vez en vez parpadean entregando a la percepción siluetas y relieves que permiten no solo imaginar la realidad, sino que representar el entorno. El espacio oscuro se concibe como un volumen denso y continuo en que las fronteras entre las corporalidades, materialidades y el espacio mismo se confunden, promoviendo una percepción que tal como señala Féral, lleva a la cognición. Sin duda Punto ciego ha creado una nueva forma de percepción, una nueva espacialidad derivada de su propuesta escénica y la oscuridad que deviene “superficie límite” que potencia la puesta en escena.

Punto ciego es una composición teatral que responde a la “acción eficaz” de la que habla el teórico Marco De Marinis, quien sostiene que la eficacia del teatro radica en cómo las acciones escénicas van de la sinestesia a la cinestesia, lo cual es precisamente lo que ocurre en la obra, pues el énfasis en la sensorialidad deviene en movimiento y performatividad, en donde la eficacia del actor – entendido como performer – es el vehículo que irrumpe en la percepción del espectador. De ahí entonces que la Compañía Teatro Persona bajo la dirección de González, proponga su quehacer teatral, siguiendo a Fisher-Lichte, como una “estética de lo performativo” en donde se experimenta y se tensiona el cuerpo fenoménico y semiótico en función de una corporeización perceptible que sustenta el acto performador de la transfiguración corporal. Ya que el despliegue escénico y actoral propicia una experiencia más allá de la puesta en escena, una experiencia performativa de la ceguera y de la oscuridad.

¿Qué y quiénes son La Recta Provincia? Se trata de una organización de brujos que en Chiloé llevó a cabo ciertos hechos de carácter misterioso y místico, con raíces indígenas, sustrato mítico y asociación con las leyendas europeas sobre las brujas. En el montaje en cuestión se representa a esta organización debido a que fueron ellos los acusados del asesinato de un hombre en la isla. El hecho histórico señala que en 1880, el gobernador Martiniano Rodríguez decidió enjuiciar a la poderosa sociedad de brujos conocida como «La Mayoría» –asociada actualmente a la Recta Provincia- bajo el cargo de asociación ilícita, juicio que conllevó a la desarticulación de la organización mas no su olvido, ya que hasta el día de hoy circulan leyendas en torno a los brujos de aquella zona.

Por un lado, la ceguera del Estado chileno se opone al misterio de los brujos y el enigma que representan; por otro, la ceguera biológica es simbolizada por las envolturas negras que cubren las cabezas de los personajes, además de la inclusión de un actor no vidente; por último, una puesta en escena que potencia una percepción no dependiente de la vista, hacen de Punto ciego un verdadero acontecimiento teatral, un montaje para experimentar y reflexionar en torno a las otras formas de percibir la realidad.

Para terminar, la realización escénica es apta para personas no videntes, se concibe, por tanto, como una obra inclusiva, que tal como un montaje anteriormente criticado, La omisión y el silencio [1](Loreto Cruzat, 2017), navega por formas alternas de conocer, representar y percibir la realidad, cuestionando tanto nuestras convencionalidades como nuestra incapacidad de “ver” más allá de lo evidente.

 

Referencias citadas:

-Banu, Georges. “De espalda y de frente”. Conjunto 148/149 (2008): 2-10.

-De Marinis, Marco. “Hacia la acción eficaz. Teoría y práctica de la acción eficaz en el teatro del siglo XX”. En busca del actor y del espectador. Comprender el teatro II. Buenos Aires: Galerna, 2005.

-Féral, Josette. “Un cuerpo en el espacio: percepción y proyección”.  Teatro, teoría y práctica: más allá de las fronteras. Buenos Aires: Galerna, 2004, pp. 181-201.

-Fisher-Lichte, Erika. “Sobre la producción performativa de la materialidad”. Estética de lo performativo. Madrid: Abada, 2011.

[1] Columna en: https://www.cineyliteratura.cl/la-omision-silencio-la-in-comunicacion-tras-los-sonidos/

 

Jessenia Chamorro Salas es licenciada en lengua y literatura hispánica de la Universidad de Chile, profesora de lenguaje y comunicación de la Pontificia Universidad Católica de Chile, magíster en literatura latinoamericana de la Universidad de Santiago de Chile, y doctora (c) en literatura de la Universidad de Chile.

 

 

Una escena del montaje «Punto ciego» que se exhibe actualmente en el GAM

 

 

Ficha técnica:

Dramaturgia: Colectiva.

Compañía: Teatro Persona.

Dirección: Ignacia González.

Elenco: Lorenzo Morales, Heidrun Breier, Francisca Traslaviña, Alejandro Ferreira y Camilo Navarro.

Audio descriptora: Heidrun Breier.

Dramaturgista: Tomás Henríquez.

Diseño integral: Gabriela Torrejón.

Diseño sonoro: Fernando Matus de la Parra.

Diseño audiovisual: Gonzalo Maruri.

Diseño gráfico: María Cristo.

Fotografía: Carlos Martínez.

Comunicación y prensa: Lía Alvear.

Producción: Melisa Lantadilla.

Funciones: Desde el 16 de agosto hasta el 1 de septiembre de 2018, miércoles a sábado, a las 21:00 horas.

Sala: Edificio B, piso 2, Sala N1 del GAM.

Advertencia: La obra tiene escenas en oscuridad total.

Para mayores de 14 años. Apto para público con ceguera.

Valores de las entradas: $ 5.000 general, $ 3.000 estudiantes y tercera edad.

Dirección: Avenida Libertador Bernardo O’Higgins Nº 227, Santiago, Chile.

 

 

Crédito de las fotografías utilizadas: Centro Cultural Gabriela Mistral, GAM.

Salir de la versión móvil