Relaciones ambiguas y múltiples entre la escritura, el cuerpo y la política

El siguiente texto fue presentado por la artista argentina -una verdadera hermana de este medio-, mientras transcurría el «I Encuentro Nacional de Escritores (trasandinos, se entiende), ocurrido en la ciudad de La Plata, Argentina, durante el año 2004, y su vigencia y perdurabilidad sorprenden, gratifican: la autora propone, así, concebir un nuevo cuerpo de escritura, otorgándole a las representaciones marianas un tono de resonancias múltiples y no necesariamente filiales y generacionales, de manera de poner en la mirada crítica las nociones mismas del acto de narrar y de crear.

Por Ana Arzoumanian

Publicado el 14.6.2018

 

“Tú no tienes Marías que se van”.
César Vallejo, en Los dedos eternos 

“Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. Y no la conoció hasta que parió a su hijo primogénito” San Mateo, Capítulo I, versículos 24 y 25.

Un amante, José, retrae su cuerpo y sueña con un ángel. Un apóstol escribe sobre el sueño de un hombre enamorado. José despierta y recibe a su mujer. Pero el cuerpo erógeno, escrito, y por lo tanto político, desconoce esa piel estirada por el peso que la inunda. “Y no la conoció hasta que parió a su hijo.” Así termina el primer capítulo del libro de la generación de Jesús. Un texto, dos cuerpos, ¿tres? O un cuerpo que sólo se identifica una vez que cumple con la política: el hecho sagrado, social, literario, de traer un hijo al mundo. Tres hombres, José, Jesús y San Mateo; una mujer virgen concebirá y parirá un hijo que es declarado con nosotros Dios. Relación privilegiada del texto con la sexualidad y lo institucional. Libro de la generación o de la construcción de un yo sometido a las alternativas del deseo, y a las reglas integradoras del acto fundacional. Entre tanto, San Mateo, escribe. El José lector del sueño ama el cuerpo de una María que sólo se vuelve escrita cuando aparece su obra: el hijo. María, su vientre pleno, sus pechos hinchados, su rostro teñido de un latido que la inquieta, lleva un cuerpo dentro de su cuerpo.

¿Quién en este relato es el verdadero escritor? ¿Y si el galileo fuese quien diera una versión de ese pathos que sólo se hace político en la medida de la traducción? Detengámonos un instante en ese momento en que María es recibida, en los ojos de María frente al brillo de los ojos de su amado que no la conoce. El verbo recibir alude a tomar, coger, concebir, conceptual, concepto. José la recibe. Y la acción nombrada por el escritor recorre la pulsión topológica del viaje de un cuerpo; itinerario que va del deseo al mandato, recorrido espiralado que inaugura la función jurídico religiosa del precepto. La pálida desnudez de María cuando su esposo no la conoce hasta el momento de parir. Preposición con que se expresa el lugar en que termina la abstinencia de lo negado: hasta; circunstancia en que la palabra expone los accidentes de la conjugación. Un cuerpo hombre sabe cuando nombra. ¿Y ella? De sus vísceras, el hijo. La escritura de su historia aliviará el dolor de ese instante; ese tiempo en que su cuerpo estuvo fuera de toda epistemología.

Proximidad, acumulación, adherencia. Del cuerpo como representación nos acercamos al otro significado del verbo conocer, aquél que sugiere el trato sexual; piedra de toque que distingue, discierne, diagnostica. El predicador no le da la palabra a ella y aparta el cuerpo de él: transversalidad narrativa que es signo político. La carne, página sobre la cual se inscribe la historia de María hace leer una pedagogía de la reproducción. La voz queda subsumida en la primacía del hijo. Discursividad que instituye conductas y pensamientos. El parto de la virgen como semiosis de nacimiento, de la obra, de cosa creada.

¿Y ella? Registro de un nombre propio suspendido en los límites de la socialización. La María de San Mateo no habla y no sueña, o no habla porque no sueña. Privada de una figuración de sí misma en lo informe de la materia onírica. Cuando comienza a soñar, habla- escribe; cuando intenta escribir, sueña. Composición que pone en escena el teatro emblemático del pronombre personal. Sin discípulos, sin catedrales ni escuelas, sin campus ni fábricas; estética textual cuyo idioma no recluta a su alrededor. La dislocación se produce por la irrupción de una forma hostil a la medida. Inclusión de otras perspectivas donde sueño, ensoñaciones y deseos son la forma de hablar del otro negado, excluido. Habla y escribe, María; y por soñar, escucha. Siglo tras siglo la metáfora del hijo admite la consistencia de lo que permanece a su imagen y semejanza. Del dicho al interdicto se ejecuta el modelo rector en un mapa donde todo se marca. Hablar de lo indeterminado, de la diversidad volcánica; residuo o abismo, es contar la historia de una María desnuda, cuerpo que está más allá de la producción, cuerpo inconsumible. Se estremece. José despierta, la recibe y no la conoce. Ella lo acaricia, la boca que recorre el cuerpo de José dice: “campesino, pero también marinero; arraigado, pero desarraigado; fuera de su tiempo, de su idioma, de su país, aunque desembarcado hace mucho de otros lugares. Errante y anclado, verazmente contradictorio…venido de fuera y llegado de aquí, fuera llegado, venido de aquí” Así le hubiera hablado la María que lee a Michel Serres, así, dibujando constelaciones en cada una de sus manos. De eso se trata. Arrancarse de tradiciones territoriales y lingüísticas, desprenderse de las linealidades genealógicas y de los encadenamientos sintácticos de decires constituidos. Concebir un nuevo cuerpo de escritura, o quizás otorgarle a ese cuerpo tan antiguo un tono de resonancias múltiples y no necesariamente filiales y generacionales. De manera tal de trastocar las nociones de imperio, ya sea el dominio de Roma, o las encarnaciones fantasmáticas de la mundialidad europea o americana. El cosmopolitismo, la economía de tráfico unidimensional, se nombran en literaturas estatutarias. Al margen, el inmigrante, los refugiados, desintegrando la idea de lo transnacional son las marías que se van. Tiembla. José despierta.

Ella lo acaricia.

Escribe, y escribe que se estremece y que José despierta y ella lo acaricia.

Acercate. Un poco más. Te escuché hablando entre sueños. Se siente un fresco brumoso a esta hora de la noche en la aldea. Abrazame.

Decí, María.

 

 

La escritora, traductora y abogada argentina, Ana Arzoumanian

 

Ana Arzoumanian nació en Buenos Aires, Argentina, en 1962. De formación abogada, ha publicado los siguientes libros de poesía: “Labios”, “Debajo de la piedra”, “El ahogadero”, “Cuando todo acabe todo acabará” y “Káukasos”; la novela “La mujer de ellos”; los relatos de “La granada”, “Mía”, “Juana I”; y el ensayo “El depósito humano: una geografía de la desaparición”. Tradujo desde el francés el libro “Sade y la escritura de la orgía”, de Lucienne Frappier-Mazur, y desde el inglés, “Lo largo y lo corto del verso en el Holocausto”, de Susan Gubar. Fue becada por la Escuela Internacional para el estudio del Holocausto Yad Vashem para realizar el seminario “Memoria de la Shoá y los dilemas de su transmisión”, en Jerusalén, el año 2008. Rodó en Armenia y en Argentina el documental “A”, bajo el subsidio del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales de la República trasandina, un largometraje en torno al genocidio armenio y a los desaparecidos en la dictadura militar vivida al otro lado de la Cordillera, y que contó con la dirección del realizador Ignacio Dimattia (2010). Es miembra de la International Association of Genocide Scholars. El año 2012, en tanto, lanzó en Chile su novela “Mar negro”, por el sello Ceibo Ediciones.

El extracto que aquí presentamos fue cedido especialmente por su autora para ser publicado por el Diario Cine y Literatura.

 

 

Imagen destacada: Virgen del canciller Rolin, óleo sobre tabla, por Jan van Eyck, en 1435. Actualmente está expuesta en el Museo del Louvre en París, donde se exhibe con el título de La Vierge du chancelier Rolin.