Este largometraje se trata de una obra de corte bastante clásico en su narración, dirigida por el brasileño José Padhila, autor de la mini saga de Tropa de elite (2007, y II, en 2010) notables series sobre la lucha de la policía militar carioca contra el narcotráfico, la corrupción, y el crimen organizado. Pero este convencionalismo en el relato audiovisual se ve difuminado por una potente coreografía de corte dramático y teatral, que en imágenes sucesivas y reiterativas deviene en el otro marco de la película, y es el factor que va dando finalmente la emotividad a una operación que tuvo mucha cabeza y sangre fría, y que ya poseía un registro fílmico en la película Victoria en Entebbe (de Marvin J. Chomsky, en 1976).
Por Cristián Garay Vera
Publicada el 23.4.2018
Esta no es la clásica película de guerra que se puede ir a ver sin prejuicio alguno. Muy por el contrario, se inicia con una punzante advertencia sobre que algunos llamaran a los combatientes de la OLP y de la causa palestina, guerreros de la libertad. Y a Israel, en cambio, terroristas. Esto me hace pensar que serán muchos los auto eximidos de verla, partiendo por aquellos que en cierta facultad proscribieron todo intercambio cultural con Israel, o que sienten que hay una primacía moral en torno al conflicto árabe-israelí. También por aquella diputada local que, candorosamente, en un debate objetó que no había definición para el terrorismo: en Israel, pero también en España, Italia, Estados Unidos o Rusia, la hay para que no dejemos esta cuestión a la luz de la “sabiduría” popular chilena, y terminemos pensando que no hay terrorismo ni de la OLP, la ETA, las FARC, o cualquier otro grupo de similar corte y metodología política.
Despejada esta cuestión, se trata de un largometraje de corte bastante clásico en su narración, dirigida por el brasileño José Padhila, autor de Tropa de elite (2007, y II, en 2010) notables series sobre la lucha de la policía militar contra el narcotráfico, la corrupción, y el crimen organizado. Pero este convencionalismo en el relato audiovisual se observa difuminado por una potente coreografía teatral y dramática, la cual en imágenes sucesivas y reiterativas se transforman en el otro marco de la película, y en lo que va dando finalmente la emotividad a una operación que tuvo mucha cabeza y sangre fría, y que ya tiene un registro en la película Victoria en Entebbe (de Marvin J. Chomsky, en 1976).
Hace 42 años, un avión de Air France, vuelo 135 París-Tel Avit, fue secuestrado y llevado a Uganda, país bajo el gobierno del dictador Idi Amín Dada (Nonso Anozie), lo cual es visualizado como una arriesgada apuesta de rescate o de muerte, ya que el estado de Israel no negocia con terroristas, y rechazó canjear a más de cien secuestrados del avión por 50 “presos políticos” palestinos. En una operación discutida por los mandos políticos, especialmente en el contrapunto de Isaac Rabin y Shimon Peres (Eddie Marsan), se van dando los pasos para planificar el plan de rescate a miles de kilómetros de Israel en cuatro Hércules llenos de comandos.
Se trata de una operación de fuerzas especiales pero también de inteligencia, que toma una decisión política que prima sobre la opinión militar, en el contexto de un país con una Fuerza de Defensa bastante flexible en sus modos de relación y de mando.
De este modo se trazan los planes, las angustias, a la vez que se dibuja el perfil del grupo de secuestradores, varios palestinos y dos alemanes, Brigitte Kuhlmann y Wilfried Bose (Rosamund Pike y Daniel Brühl), que son las figuras mejor delineadas (por algo aparecen en el cartel de la película). Los germanos son terroristas del primer mundo, llenos de dudas y de lugares comunes, que no se esperan la reacción israelí y que dudan, emocional y militarmente, causando su propia muerte. Es curioso como los personajes palestinos son casi sombras, mientras que sus ayudistas europeos son personajes llenos de humanidad, de dudas y de politización. Padhila trata de mostrar la perspectiva de los alemanes, usando muchas entrevistas y documentación previa.
Mientras se van viendo los problemas diplomáticos con el “hospedaje” del dictador Dada, la resolución de fuerza es salvar a los rehenes civiles al costo que sea. El punto alto de la película se combina con el desenlace de la obra de teatro, que se debe a la novia de un soldado, que, en otro marco, converge con el éxito de la operación militar. La belleza de esta parte final, acompañada de una potente musicalización, comparte ese aspecto metafórico sobre la defensa ante el terrorismo con el brazo de la fuerza, y ya no el de la ley.
Sobre esta lectura, la legitimidad de la acción, hay otra que es la discusión acerca de hasta donde usarla (la fuerza) y luego dar paso a la negociación. Quizás en este sentido, los créditos finales den una pluralidad que no se advierte en el curso del largometraje, en su proyección para el conflicto. No en vano, Peres y Rabin fueron promotores de acuerdos de paz, y en cambio el único comando muerto fue el hermano del actual jefe de gobierno israelí de mano dura.
Rescate en Entebbe (7 Days in Entebbe). Dirige: José Padhila. Guión: Gregory Burke. Música: Rodrigo Amarante. Elenco: Rosamund Pike, Daniel Brühl, Dennis Menochet, Eddie Marsan, Ben Schnetzer y Nonso Anozie. Duración: 107 minutos. Koch Producciones, 2018.
Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile.
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