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«San Fernando Cornejo»: Una crónica de “Tropitambo”, de Rodrigo Ramos Bañados

Hace diez años que falleció el futbolista nacional Fernando Cornejo, quien defendiera las camisetas de O’Higgins de Rancagua, Cobreloa de Calama, y Universidad Católica, en una trayectoria profesional donde se identificó especialmente con los colores naranjas del antiguo «Capo de Provincia» del balompié local: pero los chilenos que fuimos adolescentes durante la década de 1990, lo recordamos con emoción por ese gol de tiro libre que le anotó a la Argentina vistiendo la tricota roja de la Selección, en un partido jugado en el Monumental de River, y válido por las inolvidables clasificatorias a la Copa del Mundo de Francia ’98, en un match que terminó históricamente empatado 1 a 1, el día 15 de diciembre de 1996.

Por Rodrigo Ramos Bañados

Publicado el 10.4.2019

A Fernando Cornejo se le reza en Calama. Tiene estatus de Santo, de divino; él es San Fernando de Cobreloa, de túnica naranja y aureola. Nadie discute sus milagros. No cualquier futbolista alcanza ese estado. Lo de Cornejo fue una vida consagrada al club naranja, pero más allá de eso, es unánime que era una gran persona, un alma buena, un pan de Dios. Por esto, los hinchas de Cobreloa miran al cielo despejado del desierto, juntan sus manos en señal de rezo y pronuncian el nombre del bendito “8” para que suceda el milagro.

San Fernando por favor concede que nuestro equipo gane. Y milagro concedido.

Cuando se terminaba la semifinal entre Cobreloa y Colo Colo en Calama, el colocolino Rodrigo Millar lanzó con el arco descubierto, pero algo inexplicable desvió la redonda y así, los de Calama, pasaron a la final. Esa mano divina tiene nombre y apellido: Fernando Cornejo. Mario Torres, popularmente conocido como el “20 y 30”, pues entre risas dice tener entre 20 y 30 mujeres, no duda de que el espíritu de Cornejo fue el que sacó esa pelota. “Gracias a él estamos en la final”. Torres, quien hace sonar la sirena del estadio municipal, afirma que siempre se recordará al mundialista de Francia 98, a quien Dios “que también es naranja” –dice– se lo llevó tempranito al cielo, justo a los 39 años por efecto de un cáncer fulminante. Él es el último ídolo de Cobreloa. Torres, con los dedos de la mano repasa a los ídolos naranjas: los hermanos Gómez (Eduardo y Rubén, “El Nene”), Héctor “Ligua” Puebla, Víctor “El Chueco” Merello, el duro de Armando Alarcón, Marcelo Trobbiani y Fernando Cornejo. “Puede haber otros que se me olvidan en estos momentos, pero esos nombres que te dije son los infaltables y cualquier que se diga hincha de Cobreloa debe reconocerlos”, afirma el 20 y 30.

–¿Y Alexis, que ahora dice que quiere que Cobreloa gane el campeonato por la gente del norte?

–A él le faltó para consagrarse como ídolo. Si regresa, seguro que pasa a la historia.

Sin la bandita los partidos no tienen ningún brillo, dice Luis, un gordo moreno que usa una desteñida camiseta de Cobreloa de los años ‘80, en cuya espalda se lee Eduardo Gómez. Sí, mi viejo dice que le perteneció al “Mocho” Gómez, el central oriundo de Ovalle de técnica exquisita. La bandita se siente. Los jóvenes están afuera del estadio, sudados, pero con el rostro sonriente. Para alguien que no vive en Calama, el aire es grueso y pesado. La sensación es como si te metieran una toalla Nova en el pescuezo. Ellos son calameños, así que no sienten ni calor. “Todo bien para ganarle al chuncho”, responden.

Entran al estadio tocando el pegajoso, en un pueblo olvidado negro José, yo te digo porque sé, amigo negro José.

El sonido es el mismo de las procesiones de la fiesta de La Tirana; es decir, es una banda de bronces de esas que hacen brincar a los bailes promesantes y que también animan los aguardentosos trasnoches del desierto.

Ya dentro del estadio, los integrantes de la banda del “8”, en honor a Fernando Cornejo “pues él era un ídolo y una gran persona por eso nuestro culto es para él”, explican, hacen un alto y se mandan medio litro de lo que parece una bebida Pap; si nos ponemos suspicaces es cerveza, pero ahí dentro todos son amigos y todo queda entre nos. Los nos son: los boleteros, hinchas, los jefes de barra y puede decirse que hasta la misma seguridad; por esta razón una cervecita no está mal pues son los muchachos que le ponen la música a las tardes de sol y pelota.

Cuando a alguien se le pregunta sobre Fernando Cornejo en el estadio municipal de Calama, este se detiene un minuto y comienza a recordar. “Si Colo Colo tiene a David Arellano, nosotros tenemos a nuestro Fernando Cornejo, nuestro santo amado”.

El 20 y 30 recuerda a “7 pulmones” –por lo que Cornejo corría– como el último gran formador de jugadores de Cobreloa. “Él, con el tiempo, debió haberse transformado en director técnico del club, sin embargo Dios se lo quiso llevar para que entrene a los ángeles en el cielo, allí arriba. Aquí formó ángeles y eso debe agradecerlo la Universidad de Chile”.

Bajo las órdenes de San Fernando, dice Torres, pasaron por ejemplo los campeones de la Sudamericana: Francisco “Pancho” Castro y Eduardo “Edu” Vargas. “Con Pancho Castro se conocieron más. Pancho le debe bastante a Cornejo, pero mejor que se acuerde él (por Pancho). A ellos se puede sumar Junior Fernández. Los conoció a todos, pero mejor que ellos lo recuerden. Si quisieron a este club, siempre deben hablar bien de este y deben estar agradecido como lo hace Alexis”, insiste.

A pesar de que jugadores que formó están en la Universidad de Chile, el 20 y 30 dice que San Fernando desde el cielo igual apoyará a Cobreloita en la final de mañana en el Estadio Nacional. “Él estará con nosotros, seguro. Saldremos campeones por él”.

El 20 y 30 reza: San Fernando ruega por nosotros…

Cuando quedan 15 minutos para que el partido comience, la bandita se pone a un costado y parte la catarsis de los chicos del “Huracán naranja”, la barra más numerosa de Cobreloa y por actitud, la más extrema.

Por un rato algunos hinchas dejan de escupir y comienzan a saltar como diablada de La Tirana, en un rito donde la vida es Cobreloa. Saltan bajo el sonido de las trompetas y el bombo que ahora le puso la musiquita del “Japening con Ja”, hasta que comienzan a levantar la tierra y el aire se pone irrespirable. Eso, el polvo en suspensión, marca el momento para que la banda del “8”, se mueva y lidera la procesión hacia las graderías. Se encaraman como gatos hasta el último peldaño. Luego vienen los saltos en las tablas medias desarmados de la gradería pues, en ese estadio el 60% de las graderías son de palo y el palo no es eterno.

Cuando están saltando sobre la leña, aparece el enemigo sobre el césped.

 

LOS 8 PULMONES

Esteban Valenzuela, uno de los líderes de la Banda Los 8, con los cachetes inflados, sopla en su trompeta la musiquilla de fondo, para que “Huracán Naranja” repita: “chuncho maricón, chuncho maricón”.

Son alrededor de diez minutos del mismo estribillo.

“Lo de chuncho maricón, es la música de ataque contra la Universidad de Chile”, explica Esteban. La bandita no descansa ni descansará durante los 90 minutos. Son pulmones jóvenes; la mayoría de Los 8 no supera los 30 años. Esteban, quien hace de Horacio Saavedra, explica que tienen un repertorio variado pues suman la experiencia de tocar en las fiestas religiosas de Ayquina y La Tirana.

Lo de apoyar a Cobreloa, como bandita, viene desde este año cuando comenzaron a confiar en el equipo del “Pelao” Acosta. “Este Cobreloa nos gusta pues tiene la garra de antaño, además que el Pelao le pone huevo al equipo. Queremos que sea campeón, aunque por trabajo es difícil que los acompañemos a Santiago, pero igualmente vamos a intentar hacerlo. No nos gusta Santiago pues no ha quitado todo. Todo el cobre se lo llevan y aquí no queda nada”, afirma Esteban, quien después dice que Castro es un traidor.

A la primera jugada de Johnny Herrera, la barra comienza a gritarle: asesino.

El fútbol es cruel, dice un hincha colombiano de “Huracán Naranja”.

Cuando el calvo Roco, que parece más luchador que jugador de fútbol, levanta el equipo a punta de trancazos, la bandita celebra con el pegajoso, “me arrepiento de este amor”.

Hay un amor por los centrales duros en Cobreloa. Lo dice Esteban. En Roco, guardando las proporciones, está la figura de Mario Soto, el mítico central del glorioso Cobreloa de los años ‘80.

Ambos son hacheros y bravos.

Son varios los que usan la polera de Roco en el Municipal. Otros nombres y apellidos que se repiten en las camisetas más nuevas de Cobreloa son: Rodrigo Mannara y Lucas Barrios. De los antiguos, en tanto, aparecen los apellidos de los uruguayos Jorge Luis Siviero y Washington “Trapo” Olivera, este último quien le hizo los goles a Peñarol y Nacional en el Centenario en la Copa Libertadores de 1981.

Sin embargo las camisetas con el apellido de Cornejo son mayoría.

Ya es el segundo tiempo y la espalda de Herrera da hacia el “Huracán Naranja”. Por esto entre medio de “me arrepiento de este amor”, se intensifican los gritos de “asesino”. Luego el árbitro anula un gol de Cobreloa y las puteadas son para este; puteadas que se mantendrán hasta el final del partido pues el árbitro viene de Santiago, del odiado Santiago y por esto privilegiará al equipo santiaguino, dice un hincha.

Juan Castillo, uno de los líderes de la barra “Hermandad Naranja”, afirma que por historia la dirigencia del fútbol chileno le ha robado muchos partidos a Cobreloa. “Los árbitros toda la vida han estado cargados al centralismo pues son de allá y esto es pésimo para el fútbol chileno y para todo orden de cosas”.

Castillo toma aire y continúa, mientras se hacen remolinos de vientos con trozos de papel picado, “Cobreloa representa Calama, el Norte” –dice el moreno de polo naranja– “y en general a las regiones de este país”.

Nuestro Cobreloa ha peleado siempre con los equipos santiaguinos y en muchas ocasiones le ha ganado a pesar de tener todo en contra. Somos el equipo regional de Chile y queremos celebrar con nuestra gente este campeonato. Acá es súper la dura la vida, tanto por el clima, el trabajo donde se madrugada a veces con frío y porque la ciudad es cara; no es como en Santiago, donde la vida es más agradable, pero nosotros somos de acá y nos moriremos acá junto a nuestro Cobreloa, como murió Fernando Cornejo”.

El árbitro da el pitazo final y es empate. Los cobreloínos no quedaron conformes. Acusan robo del árbitro. Otro robo contra el equipo de provincia.

El chico toma aire y lanza el escupo como si fuera un guanaco. El escupo traspasa la reja tipo gallinero y cae en la manga del árbitro. “Hijo de puta”, grita un descamisado que tiene la cabeza de Fernando Cornejo tatuada en el pecho y continúa con el rosario contra los jugadores de la U: tu equipo es pura moda, hijos de puta, de acá no van a salir vivos.

Aparece un chascón de ponchera que aplasta su boca morada en el enrejado y desde ahí, grita como si masticara: “váyanse de aquí, santiaguinos ladrones de la conche…”. Y le da con la misma frase; después insulta a la madre de los azules y luego escupe. Este hincha guanaco parece el más enajenado de todos; casi un enfermo. Hasta a este periodista, que en ese momento no andaba con la camiseta de ninguno de los dos equipos en disputa, sintió la humedad pegajosa del escupo. Los residuos de gargajo se evaporaron rápidamente gracias al sol y la sequedad.

Ahora todo se definirá mañana en Santiago, con un Cobreloa encomendado a San Fernando, el de los milagros. Recuerde este rezo: San Fernando, ruega por nosotros…

 

 

Rodrigo Ramos Bañados (Antofagasta, 1973) es periodista titulado en la Universidad Católica del Norte y escritor. Trabajó en diarios de Iquique, como los desaparecidos El Nortino y El Mango, así como también en El Mercurio de Antofagasta y en su símil de Valparaíso.

Como narrador de ficciones ganó una Beca del Fondo del Libro y la Lectura (1999), realizó publicaciones de cuentos en la desaparecida revista Sabella de El Mercurio de Antofagasta (2000), además de participar en el proyecto Microhistoria, historias de Micro (2003) que realizó la Universidad de Antofagasta, con fondos del Consejo del Libro.

Entre sus novelas se encuentran: Alto Hospicio (Quimantú, 2009; Emergencia Narrativa, 2014), Pop (Cinosargo, 2010), Namazu (Narrativa Punto Aparte, 2013), Pinochet Boy (Narrativa Punto Aparte, 2016), Ciudad berraca (Alfaguara, 2018) y el volumen de crónicas Tropitambo (Quimantú, 2018), del cual se ha extraído el presente texto, cedido especialmente por su autor para ser incluido en el Diario Cine y Literatura.

Próximamente Ramos Bañados publicará su primer libro de cuentos, el cual se titulará Flotantes.

 

El volumen de crónicas “Tropitambo” (Quimantú, 2018)

 

 

El escritor y periodista Rodrigo Ramos Bañados

 

 

Tráiler:

 

 

Imagen destacada: El ex jugador de fútbol profesional Fernando Cornejo Jiménez (1969 – 2009).

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