La nueva apuesta audiovisual del controvertido escritor -que disputa la Competencia de Cine Chileno del Santiago Festival Internacional de Cine 2018- corresponde a un filme que tiene momentos acertados, pero que en su conjunto artístico se muestra frágil, por lo menos en cuanto a la estructura dramática y argumental que se planteaba en el origen de la obra.
Por Rodrigo Torres Quezada
Publicada el 24.8.2018
Cola de mono, película de Alberto Fuguet, es un filme disparejo que se centra en la historia de una familia disfuncional, con dos hijos que son homosexuales. Este título también es parte de la competencia de cine chileno de Sanfic 14.
Las grandes obsesiones de Fuguet, en esta película, son: mostrar el cuerpo adolescente, quizás como símbolo de la juventud efímera; contar una historia sobre lo que es el submundo homosexual y, por último, transmitir una y otra vez referencias u homenajes a películas que al autor fascinan. Esto último se puede comprobar leyendo su libro VHS. Cola de mono pareciera que es un anexo de este libro ya que gran parte de los diálogos y las películas que se mencionan o muestran, están referidas al libro. Por otro lado, es innegable que existe mucha autorreferencia que es innecesaria en varias escenas (cuando el protagonista Borja habla sobre ir a San Francisco y estudiar cine, además de vestir muy parecido al director, es claramente algo que alude al director).
Otra situación que hace que este filme sea flojo, es que pasa de ser una historia de una familia disfuncional (recordando vagamente la novela Mala onda) a un relato sobre lo terrible que es la homosexualidad reprimida. Y no solo eso. Es curioso, por parte del director, pues vez tras vez se plantea la homosexualidad como algo que puede llevar hacia el peligro, hacia la muerte (quizás haya que pensar que Fuguet estaba haciendo una parodia). Entonces uno recuerda a Lemebel o a Hija de perra, donde la condición sexual se llevaba con orgullo y como base de una cultura de género e identidad. Pero aquí, parece ser monstruosa y peligrosa.
Lo que hay que destacar del filme, es su segunda mitad. Es entretenida y logra crear tensión. La música, además, está bien escogida. La parte final es un tanto confusa, no porque no se capte lo que está sucediendo en pantalla, sino porque rompe con lo que se estaba contando antes y que era más interesante. Dicho de otro modo, la parte final parece ser una excusa para hablar del submundo homosexual-perverso.
También llama la atención que a pesar de ambientarse en el año 1986, no se haya incluido alguna referencia al contexto socio-político de ese entonces. Quizás porque el tema está muy manido en el cine chileno. No obstante, al hablar de una familia acomodada venida en menos, haber tocado el tema político le habría dado mayor profundidad a la historia.
En conclusión, es un filme que tiene momentos acertados pero en su conjunto se muestra débil en cuanto a la estructura que se planteaba en un origen.
Tráiler:
Rodrigo Torres Quezada (Santiago, 1984) es egresado del Instituto Nacional “General José Miguel Carrera” y licenciado en historia de la Universidad de Chile. Ha publicado los libros de cuentos Antecesor (2014) y Filosofía Disney (2018) bajo el sello Librosdementira. También ha dado a conocer distintos relatos de su autoría en La Maceta Ediciones (2017) y la novela titulada El sello del pudú (Aguja Literaria, 2016). Lanzó, asimismo, el volumen de ficción Nueva narrativa nueva (Santiago-Ander, 2018), y obtuvo el primer lugar en el concurso V versión Cuéntate algo de Biblioteca Viva (2012). El año 2016, en tanto, se quedó con el primer lugar en el I Concurso Literario del Cementerio Metropolitano.