Exhibida en el contexto de la Competencia de Cine Chileno del Santiago Festival Internacional 2020, la obra del director argentino Manuel Ferrari —pero con presencia de productores nacionales— cuenta con las actuaciones de los intérpretes Alejandro Goic, Manuela Martelli y Esteban Menis.
Por Carlos Pavez Montt
Publicado el 20.8.2020
La película de Manuel Ferrari sucede a lo largo de unos fotogramas que muestran la teatralidad de la vida cotidiana. Las tomas quietas contrastan con el ambiente un poco histérico propuesto por el arquitecto protagonista. Los nervios ya son parte de su experiencia en el mundo.
Porque de muchas maneras, a través de detalles que intentan camuflarse, pero no pasar desapercibidos, lo que se propone es un desgaste de las instituciones que dominan al individuo. La primera escena, es decir, la barrera que se interpone entre la docencia y el alumnado, nos entrega una pizca de eso.
Sin embargo, el filme opta por evocar a la fortuna, al azar y a la mala suerte como los engranajes del motor que mueven el esquema narrativo. Son las peripecias que genera su mundo las que mueven a la individualidad engañada, pasada a llevar, en fin, abrumada por el devenir exterior.
Ignacio emprende un viaje a Chile que termina por convertirse en un proceso de introspección. La oficialidad universitaria no contesta a los gritos del sujeto. La juventud se desmantela de manera inmanente en el goce y en los tibios y manoseados intentos de revolución.
El sometimiento del personaje principal al acontecer fáctico y social llega a desesperarnos. La suerte no le sonríe ni un poco hasta que otras subjetividades, y el contacto con lo otro comienza a afectar su percepción. El individuo comparte y aprende, quiere, desea, sale de su normalizado vivir nervioso.
Así se construye un espacio preciso para que las exterioridades demuestren su interés unívoco. La experiencia se queda en la profundidad y la riqueza no combate la superficie de sus poseedores histriónicos. El deseo producido por el presente eterno del bienestar no es más que la reproducción de sus códigos.
El diálogo del doctor que atiende a Ignacio nos revela la visión crítica con la cual tenemos que mirar a esta historia. En un momento de sinceridad, el guión se confiesa y le da un sentido a los contrastes y a las entidades que ha puesto en escena, de manera concreta, armónica y entretenida, el equipo de realización.
Así, Ferrari logra dirigir una obra que llama la atención por su teatralidad. La actuación de los personajes, establecidos para formar parte de un tipo lukacsiano, cuestionan la posición de la ficcionalidad respecto a la expresión misma del cuerpo y de la voz.
De la noche a la mañana se pueden sentir las experiencias del mundo hipermoderno. De un segundo a otro podemos convertirnos en las víctimas de un sistema criminalizador y exclusivo. La gente que habita el terreno también posee un grado de culpa respecto a la generalidad de la alienación.
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Carlos Pavez Montt (1997) es licenciado en literatura hispánica de la Universidad de Chile, y sus intereses están relacionados con ella (con la literatura en lengua romance), utilizándola como una herramienta de constante destrucción y reconstrucción, por la reflexión que, el arte en general, provoca entre los individuos.
Tráiler:
Imagen destacada: Esteban Menis en De la noche a la mañana (2019), de Manuel Ferrari.