SANFIC 16: «Viaje vegetal», el valor olvidado del entorno

En un largometraje documental artístico, subalterno y tranquilizador —que se exhibe en el contexto de la competencia nacional del Santiago Festival de Cine 2020— el director chileno Antonio Fernández muestra que, a través de una experiencia individual, se puede comprender la cosmovisión del otro.

Por Carlos Pavez Montt

Publicado el 18.8.2020

Todo proceso histórico contiene en sí mismo la afirmación de ciertos valores pre-establecidos. La Revolución Francesa, en el ámbito ideológico y cultural, y la Industrial, en el técnico, son las dos puntas del iceberg que constituyen, de manera aparente, el mundo de hoy. Arriba, en los cielos que genera la virtualidad, las nubes camuflan el panorama con dígitos escondidos.

El contraste propuesto por el director chileno califica por su contingencia en la negación. El filme se ubica, sorprendiéndonos en el momento en que lo comprendemos, en la alteridad de una tribu encerrada por la frontera natural del Amazonas y la imaginaria del Perú. Ahí, Fernández registra una experiencia que nos deja un poco atónitos.

Así, se construye a lo largo de la obra un panorama que refleja los elementos, o mejor, aquello que ha sido negado con el olvido propuesto por el ente hipermoderno y tecnológico. La productividad se ha puesto por encima de la naturaleza, y la individualidad ha superado al sentido cósmico. Hasta los colores cambian cuando se alternan entre un ambiente y otro.

Porque, ante el verde y el café que resaltan los bosques selváticos del Amazonas, el blanco y el gris de los aeropuertos. Ante la sociabilidad naturalizada de la comunidad Shipibo–conibo, las pantallas que entretienen a la figura individual que posee, que ostenta quizás con orgullo uno de los asientos instalados mecánicamente en el avión.

Las políticas y el establecimiento de los Estados latinoamericanos sometieron, saquearon y ocuparon los terrenos que pertenecían a un sentido cósmico. Las comunidades y las individualidades vivían en una armonía que totaliza, que unifica de alguna manera la relación entre la humanidad y la vegetación de su entorno.

En un filme artístico, subalterno y tranquilizador, el director chileno nos muestra que, a través de una experiencia individual, se puede comprender la cosmovisión del otro. De esa alteridad que ha sido negada y casi olvidada en el correr de los tiempos hipermodernos; que recibe, a pesar de los acontecimientos históricos, a los turistas que recurren a sus métodos de sanación.

El ritmo, a veces un poco lento, es apropiado para incitar una reflexión que tematiza el autoconocimiento, la naturaleza, la alteridad, la espiritualidad y el valor olvidado del entorno.

 

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Carlos Pavez Montt (1997) es licenciado en literatura hispánica de la Universidad de Chile, y sus intereses están relacionados con ella (con la literatura en lengua romance), utilizándola como una herramienta de constante destrucción y reconstrucción, por la reflexión que, el arte en general, provoca entre los individuos.

 

 

 

Tráiler:

Carlos Pavez Montt

 

 

Imagen destacada: Viaje vegetal (2019), de Antonio Fernández.