El presente es un volumen recopilatorio que confirma el poder de percepción de una autora indispensable de las letras actuales. En estos textos, la Nobel rumana despliega todo su poderoso imaginario poético para rendir homenaje, repasar y también contestar a otras escrituras, con su particular sensibilidad.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 19.6.2019
Hace más de diez años que Herta Müller (1953) no publica una novela. Su última fue Todo lo que tengo lo llevo conmigo (2009), y, luego de obtener el Nobel, han venido reeditando sus previas publicaciones y también dándole más cabida a sus colecciones de poemas-collage, en editoriales pequeñas y de poca distribución, como Los pálidos señores con las tazas de moca (Ediciones De Aquí) y El guarda saca su peine/en el moño mora una señora (Editorial Linteo).
Siempre la misma nieve y siempre el mismo tío tampoco es una publicación exactamente nueva, pues varios de los ensayos incluidos ahí ya estaban disponibles en otras fuentes, como el discurso al obtener el premio Nobel y las palabras para el banquete de honor. Pero el volumen contiene textos que destacan por la profundidad característica de Müller al analizar el lenguaje, sus limitaciones, sus engaños, su riqueza, su importancia en la vida cotidiana.
Como es habitual en la prosa de Müller, su escritura tiene un epicentro: el rol del sobreviviente a la persecución y a la opresión de la dictadura de Ceausescu. Todos los textos llevan de una u otra forma a la imagen de la violencia ejercida sobre los cuerpos, no solo en la represión rumana, sino también, en la venganza hacia la minoría alemana viviendo en Rumania, ya que, por su apoyo a Hitler, eran considerados enemigos. Así es como relata, por ejemplo, la deportación de su propia madre a un campo de trabajo en la actual Ucrania, y también la del escritor Oskar Pastior, en cuya vida está basada la novela Todo lo que tengo lo llevo conmigo.
A ratos profundamente intensa en su disección del lenguaje; a ratos desplegando un lirismo descollante, cada uno de estos ensayos rebasa su categoría. Se trata de textos que van mucho más allá de sus propuestas como divulgadoras de información, denuncias o ideas convincentes. Estos textos están llenos de sorpresas, de piruetas narrativas, de imágenes que deslumbran por su virtuosismo y su profundidad.
Müller no olvida su lugar en una determinada tradición europea; es así como los textos hacen referencia a autores como Jorge Semprún, Jean Améry, Aharon Appelfeld, Imre Kertész, Ruth Klüger, Primo Levi, Paul Celan y E. M. Cioran. A través de ellos, Müller deslumbra con observaciones que, muchas veces, alcanzan la epifanía.
Al hablar de la normalidad, versus la locura, por ejemplo, dice: “Por aquel entonces, a mi cabeza no le quedaba mucho para perder la cordura… Te miras a ti mismo desde fuera por partida doble: por un lado, como con lupa, pero te ves como a un extraño; y luego muy de cerca, pero irreconocible de tan pequeño y borroso… Este estado es peligroso; por muy atento que estés y prestes la atención que prestes, nunca sabes cuándo llegará la gota que colme el vaso. Solo sabes que llegará si esa mierda de vida no cambia”.
Profundas reflexiones como esta son alternadas con indagaciones sobre los alcances de la lengua. Por ejemplo, al hablar de su trabajo en terreno con el poeta Oskar Pastior y de las diferencias de percepción y estilo entre ambos, Müller disecciona la palabra: “Rascas la palabra hasta que, literalmente, pierde los nervios y te da lo que hay más allá de su contenido. Y cuando no queda nada que rascar, porque se queda en metáfora, la dejas tranquila”. Un poco más adelante, dice: “Entonces, ya tienes una cita con el siguiente párrafo”.
Hablando de las limitaciones que vivía la gente en la Rumanía de la dictadura, un país empobrecido y devastado, Müller narra las artimañas a las que debía recurrir la gente para seguir con su vida diaria y eleva el acto de improvisar hasta que se transforma en arte: “Los transistores portátiles funcionan con seis pilas pequeñas, pero en las tiendas solo las venden grandes, de tamaño petaca. Así que compras la pila de tamaño petaca y la sujetas a la carcasa de la radio con una goma de mercería para que no se suelte al transportar el aparato”.
O: “Si se estropea el televisor, se lleva al taller cargándolo sobre un mantel o una sábana, a su vez sujeta por las cuatro puntas, porque no hay ningún servicio estatal que lo recoja del domicilio en coche y lo devuelva arreglado”. Ejemplos como estos le hacen concluir: “Todo esto era de lo más corriente en la vida cotidiana de Rumanía—puras soluciones de emergencia—. A menudo, la improvisación supera lo corriente. Se convierte en algo sensacional, y despertar sensación es un motivo de orgullo tan fuerte que hace olvidar la penuria que obligó a improvisar”.
En estos textos, Müller despliega todo su poderoso imaginario poético para rendir homenaje, repasar y también contestar a otras escrituras, por ejemplo, por mano de Elías Canetti, a quien pone en entredicho en cuanto a los alcances de su libro Masa y poder.
Al recordar narraciones de Jorge Semprún, M. Blecher o Jürgen Fuchs, Müller nos sumerge en sus textos, seleccionando párrafos clave para su razonamiento. Cuando revisa autores como Theodor Kramer o el mismo Oskar Pastior (o la gran Maria Tănase, cantante y actriz rumana), Müller comparte extractos de sus versos para elaborar una red poética que dialoga con su propia perspicacia estética y su proceso creativo, aparente hoy en sus collages de tintes surrealistas.
Siempre la misma nieve y siempre el mismo tío es un volumen valiosísimo que confirma el poder de percepción de una autora indispensable de las letras actuales.
Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es escritor, periodista y PhD en literatura hispanoamericana por la Washington University in St. Louis, Estados Unidos. En la actualidad ejerce como profesor titular de la Universidad Chileno-Británica de Cultura y académico de la Universidad Andrés Bello, y su última novela publicada es Sinestesia (Editorial Cuarto Propio, Santiago, 2019).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacado: La Nobel rumana Hertha Müller y su libro en la edición en castellano.