A días de que la premiada artista nacional lance una edición definitiva de su novela «Mapocho» (2002) -el próximo martes 27 de agosto en el Teatro del Puente-, otro importante escritor local registra los puntos cardinales del total de su obra, valiéndose de un título poco visitado de la autora: la historia reciente de Chile, y la despolitización de la cotidianidad pública en el país.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 20.8.2019
Para quienes aún no han leído nada de la narrativa de Nona Fernández (notablemente Mapocho, 10 de Julio Huamachuco y Fuenzalida) esta es la oportunidad para familiarizarse con su estilo que ya tiene un sello característico. En Space Invaders, nouvelle de un poco más de 70 páginas, Fernández ofrece, de manera breve, un texto condensado y potente, donde aparecen la mayoría de las obsesiones que han acompañado su escritura. Incluso me atrevería a decir que en este breve texto, Fernández va un paso más allá, pues se arriesga a flirtear con cierta experimentación, utilizando distintas perspectivas y voces. Acá hay un trabajo con diferentes registros; vemos el salto de puntos de vista por boca de variados personajes, la interpolación de un epistolario y, lo más interesante, la sugerencia de que nuestra memoria puede ser un sueño.
Jugando con un intertexto de Georges Perec, en su hermoso libro La cámara oscura, donde se dice: “Sé que no es más que un sueño, pero no puedo escapar de él”, Fernández propone: “No sabemos si esto es un sueño o un recuerdo”. Esta importante dualidad, las innumerables limitaciones de la memoria, por una parte, y su influencia invasiva en nuestras vidas, por otra, están en juego en este nouvelle. Leyendo el fascinante libro del profesor de psicología de la Universidad de Harvard, Daniel Shacter, (Searching for Memory: The brain, the mind, and the past) vemos cómo el pasado delinea nuestro presente y cómo la memoria es un poder frágil donde la precisión de nuestros relatos se pone en entredicho. Lo que ocurre entre memoria y realidad y lo que se considera cuando la conexión entre ellas es mutilada es un fenómeno que también se proyecta en Space Invaders.
Aunque este texto está organizado siguiendo las etapas del videojuego (Primera vida, segunda vida, tercera, y luego “Game Over”), acá Fernández se distancia un poco de la arquitectura de otras de sus novelas, donde vemos que un capítulo narra una situación, el siguiente capítulo narra otra escena completamente distinta, y a medida que avanza la lectura, se van hilando los sentidos en un diálogo con guiños cinemáticos. Sin caer en una construcción esquemática, Space Invaders nos sumerge en un imaginario chileno con un típico y diestro uso de la sinécdoque: las sopaipillas espolvoreadas con azúcar flor o la marraqueta con jamón y queso finalmente nos hablan más de un personaje, que la descripción física del personaje mismo.
Junto a la domesticidad escolar se revela un terrible contexto político: el magnicidio del Presidente Frei Montalva, el asesinato de Tucapel Jiménez, manifestaciones contra Pinochet, el Caso Degollados. Y, a la par, se debate en torno a la memoria inventada, la distorsión del recuerdo infantil por boca de estas voces escolares que relatan con aparente ingenuidad lo que ocurre en su entorno. Mientras descubren zonas erógenas, sus padres asisten a la reunión de apoderados. La militancia política, la represión, el asombro; la frustración y la impotencia de ser parte de un sistema represor; el despertar de la conciencia y de la adolescencia en un “Estado de excepción” donde las reglas son de hierro y constriñen y mutilan cuerpos jóvenes e ilusionados: todas estas preocupaciones sustentan el relato de Fernández.
El colegio es el universo que la narración escoge para proyectar su denuncia. Gracias a Michel Foucault sabemos que las instituciones disciplinarias se transforman en panópticos y la vigilancia es condición sine qua non. El ideal del panóptico es la autovigilancia, o sea, el control absoluto de uno mismo, de tal manera que no sea necesario que otro te esté vigilando. Profesores, inspectores… todos complotan para mantener a estos alumnos en la oscuridad. «Meterse en política” no es pertinente en el liceo donde, según el profesor de matemáticas, “se viene a estudiar, no a hablar leseras”. Así, los invasores del espacio no son marcianos virtuales con sus simpáticas siluetas verdosas; son horrores inmensos que penan en nuestro propio imaginario, enquistados están en cada una de nuestras psiques, en toda una generación que sigue debatiéndose entre recuerdos traumáticos, memorias distorsionadas e inventadas. A pesar de los espirales domésticos, inofensivos que se aprecian con un cariño nostálgico y que nos remiten a una infancia tan particular, acá la conclusión es demoledora y desmoralizante, pues habla de un daño irreversible: “No sabemos despertar”.
Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es escritor, periodista y PhD en literatura hispanoamericana por la Washington University in St. Louis, Estados Unidos. En la actualidad ejerce como profesor titular de la Universidad Chileno-Británica de Cultura y académico de la Universidad Andrés Bello, y su última novela publicada es Sinestesia (Editorial Cuarto Propio, Santiago, 2019).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Nona Fernández, por La Tercera.