El gran tema del volumen es el conflicto del colonialismo, que es abordado de manera oblicua, aunque inevitable. La ficción repite pasajes en los que se destaca el daño producido por 500 años de dominación. Después de cinco siglos, lo que queda es una identidad erosionada: “Nosotros somos el coro griego. La voz de la conciencia nacional. Eso es lo que somos. Estamos aquí, en la penumbra, comentando el progreso de la tragedia. Lanzando alertas que nadie escucha”.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 24.10.2017
“Teoría general del olvido” (Edhasa, 2016, traducción de Claudia Solans), de José Eduardo Agualusa es una las novelas más penetrantes del último tiempo. Aunque el autor, originario de Angola, ha sido comparado a J.M. Coetzee y a García Márquez, su tono económico, intenso y directo, y su mirada que mezcla extrema sensibilidad con una implacable crítica humanitaria, rememora también las propuestas estéticas de Juan Rulfo, Nelly Campobello o Herta Müller. (Y por supuesto, Fernando Pessoa).
Y es que «Teoría general del olvido» también está anclada a un trauma político donde el trasfondo se propaga para insertarse hasta en los detalles más cotidianos de la vida de los personajes y sobrevivientes. Los ojos con los que la voz narrativa nos presenta el panorama nos lleva de lleno al conflicto que vive Ludovica (Ludo), la protagonista, en un departamento que ella misma ha tapiado. Desde ahí, vemos el cambio geográfico y social que acontece en Angola una vez declarada la independencia de Portugal (1975). Acá se manifiestan las referencias a la revolución de los claveles en 1974, la caída de la dictadura de Salazar, en Portugal, y las consecuencias que condujeron a la guerra civil (1975-2002).
El gran tema de la novela es el conflicto del colonialismo, que es abordado de manera oblicua, aunque inevitable. La novela repite pasajes en los que se destaca el daño producido por 500 años de colonialismo. Después de 500 años, lo que queda es una identidad erosionada: “Nosotros somos el coro griego. La voz de la conciencia nacional. Eso es lo que somos. Estamos aquí, en la penumbra, comentando el progreso de la tragedia. Lanzando alertas que nadie escucha”.
Gracias a su condensación poética, «Teoría general del olvido» consigue convocarnos a su particular visión de la realidad sociopolítica en la que se encuentra su protagonista, Ludo, quien, encerrada en su piso, escucha la radio donde se entera de lo que ocurre en el mundo, desde la muerte de Mao Zedong hasta los constantes discursos contra el colonialismo y las fuerzas de reacción. La radio “era un aparato magnífico, con caja de madera, estilo art déco, y teclas de marfil. Se apretaba una de las teclas y se iluminaba como una ciudad. Ludo giraba los botones en busca de voces. Le llegaban frases sueltas en francés, inglés o en alguna oscura lengua africana…”.
Ludo es un emblema. Encerrada por casi 3 décadas en el departamento, con su perro, Fantasma (un pastor alemán albino), observa el exterior y se alimenta de las palomas que consigue cazar gracias a domésticas trampas. Las palomas también son una metáfora del tráfico de diamantes en Angola; un mono que ella observa entre las ramas de los árboles, es bautizado con el nombre de Che Guevara, “porque tiene una mirada un poco burlona, rebelde, de una altivez de rey que perdió el reino y la corona”…
Hasta este momento la representación del impacto colonial en los terrenos adjudicados por Portugal la habíamos visto gracias a Antonio Lobo-Antunes. Ahora podemos agregar otra potente voz, José Eduardo Agualusa quien, ya con su breve novela (que llegó a la recta final del Booker internacional el 2016), ha conseguido construir una mirada de un gran valor estético/político.
Observaciones como “Hacía años que no había palomas, gaviotas, ni siquiera algún pequeño pajarito separado de la bandada. La noche traía murciélagos”, o “Dios pesa las almas en una balanza. En uno de los platos queda el alma, en el otro, las lágrimas de los que la lloraron. Si nadie la lloró, el alma baja al Infierno. Si las lágrimas fueron suficientes, y suficientemente sentidas, asciende al cielo. Ludo creía en esto. O le gustaría creer”, nos permiten ver la delicadeza y sutileza de su escritura.