Previo a hacerse conocido popularmente por su cinta ganadora del Oscar, «La favorita» (2018), el realizador griego estrenó este crédito en 2015 —cuyo guion escribió junto a Efthimis Filippou—, una obra audiovisual donde especula sobre la cruda realidad contemporánea de las relaciones sentimentales y de los “cómo” se efectúan, al interior de una sociedad ficticia que demanda apego, dependencia y perfección en el otro.
Por Valentina Ariztía
Publicado el 6.3.2020
Yorgos Lanthimos(Grecia, 1973) nos envía un mensaje de estupidez humana al borde del delirio, nos trata de imbéciles en la cámara pero de una forma tan elegante y con ese humor negro tan bien aceptado. En un mundo contemporáneo tan exigente con una felicidad disfrazada en algo eufórico y tan necesaria donde todos los espacios emocionales deben ser cubiertos, o peor aún, donde el exitismo se basa en cuánta aceptación tenemos por el otro, etcétera. Innumerables escenas, fotografías y memorias de hipocresía social, resultan interesantes analizarlas y ponerlas sobre el tapete.
“Amargado, Negativo, Sarcástico, Tóxico”. Quizá esas estigmatizaciones o imaginarios del sujeto que enfrenta los cinismos, es algo habitué en esta época adicta al starbucks y a libros pasajeros de autoayuda y metafísica en general. La verdad es que Lanthimos dispara a todas esas personas falsas, les revienta literalmente la nuca, las saca de ese espacio tan cómodo y los enfrenta con los absurdos, que en el caso del filme, son variados.
El director constantemente recurre a los espacios físicos-emocionales y las realidades humanamente preconcebidas las enfoca en dos tajantes territorialidades físicas. Primero, la del hotel, donde todo huésped que llega debe encontrar pareja en un máximo de 45 días, existiendo posibilidades de seguir “viviendo humano” si a su suerte caza algún soltero desterrado o fugitivo suelto. Aquí, es dónde se crea el otro ideario, el bosque, lo salvaje y esa libertad muy limitada sobrante de reglas, y que David, interpretado por Colin Farrell, debe echar a su suerte para poder escapar, y así eficazmente lograr salir de la tortura mental y emocional, a la cual parecía estar confinado.
Este juego de “absurdos” e ironías que el director pone en perspectiva, se soporta con una excelente dirección y toma de decisiones oportunas en los espacios temporales del argumento: Lanthimos tranquiliza la escena con esos azules y tonos análogos, lo ejecuta a manera de contener esa “ira” trabajada, a modo de contener las frustraciones de los sujetos menos entendidos que tratan de convivir en este circo moderno y ficticio. Los pesos visuales son continuos y sobrios, ya que el aparataje más elevado en esta mirada que propone el realizador, es el efecto sonoro con los personajes, que al momento de entrar en acción, los redefinen y posicionan desde el lugar emocional y experimental del cual son parte.
¿La elegancia de la película es ridícula? Esos planos en slow-motion con un score de música clásica son situaciones absurdas? Sí, lo son, pero no necesariamente pecan de soberbios, y es que, sin duda, la ridiculez humana tiene su mayor auge en toda la realización del filme. Los fracasos continuos de las parejas, la discordia para vivir en la jungla, en esa prisión social, son los criterios que Lanthimos demuestra en cámara con un guion no tan complejo, de hecho, bastante simple. Lo interesante de Yorgos, es la complejidad que en su dirección denota. Cortes abruptos, situaciones obligadas, que en la cámara se reflejan, sin duda: hay que ponerle atención a Lanthimos, es el nuevo comienzo del cine absurdo contemporáneo, tan absurdo como Hollywood. ¿Ironía? Ojo con Lanthimos.
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Valentina Ariztía (1993) es geógrafa titulada de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, con diplomado en Adaptación al Cambio Climático. En la actualidad, se desempeña en la tramitación de la Ley N° 20.249, más conocida como “Ley Lafkenche”. Gusta de escribir eventualidades de la vida diaria, ficciones de medio tiempo y crítica cinematográfica. Se describe como una escritora paupérrima que se burla de todo y de todos.
Tráiler:
Imagen destacada: Rachel Weisz y Colin Farrell en The Lobster (2015).