«Throguel Online»: Tocar el cielo con las manos

En su segunda novela, el promisorio escritor chileno Nicolás Meneses es capaz de mostrar las grietas de lo que significa vivir en la precariedad material, y la fragilidad de las estructuras sociales en las que se desenvuelven sus personajes, que viven en constante alienación. Se trata en definitiva de una obra que vale ser leída, con altos y bajos, pero que logra los momentos de intensidad que marcan la diferencia.

Por Felipe Espinosa Alarcón

Publicado el 10.2.2020

El fracaso y la gloria se entrecruzan en los planos narrativos de Throguel Online (Emecé Editores, 2020) la segunda novela del escritor Nicolás Meneses (1992). La novela está estructurada en cuatro planos que desarrollan un tejido a través de catorce niveles: una línea temporal fragmentada, en la que cada pequeña narración funciona de manera efectiva, pequeñas pinceladas para construir un cuadro mayor. Las entradas de un blog en la que Alfonso, el protagonista, cuenta su experiencia acerca de Throguel Online, un juego de rol en línea. Una sala de chat, en la que se comunica con otros jugadores y finalmente espacios gráficos que simulan la pantalla del juego. Alfonso vive solo desde que fue separado de Hana, su hermana menor. Se le ha prohibido verla. La única alternativa disponible es comunicarse con ella mediante Throguel, configurando una realidad paralela en la que la derrota y la distancia son subvertidas por la fuerza y experiencia de Crown —nombre del personaje/alter ego virtual de Alfonso—: “Por lo que tenía que luchar era por la casa y el cíber, por la mirada fija en ese horizonte pixelado, que de todas maneras me conectaba a ella, tal vez, de forma más intensa que en la vida real”. (p.102)

Se trata de un relato eficaz, donde destaca la visualidad y el manejo de la elipsis con que el narrador calibra la primera persona, sin caer en la psicología de los personajes ni en detalles innecesarios para el desarrollo de la historia. También es efectiva la construcción de atmósferas, que se desarrollan marcando diferentes etapas del relato, esto genera la sensación de tránsito en un mismo espacio, dado que el narrador está la mayoría del tiempo encerrado en una habitación: “La pantalla del computador se llenó de polvo y escribí encima, con el índice, el nombre de mi hermana, igual que un grito. El trozo de alfombra cerca del escritorio está cubierto de migas y pelambreras (…) Hay un zancudo en mi muslo derecho, posado como en una roca. Tengo los brazos hinchado de tanto rascarme. Mi vista está cansada”. (p. 94-95)

Sin embargo, hay graves faltas de precisión en las reiteradas referencias a un proceso judicial. Así, el relato da gran importancia a las instituciones jurídicas, incluso reproduciendo en su integridad lo que parece ser una sentencia de un tribunal de alzada, pero en la mayoría de estas referencias hay notorios errores a nivel técnico-jurídico. Por ejemplo, en la misma sentencia aludida se habla de tuición legal (p. 69), una institución jurídica del derecho de familia que dejó de existir hace aproximadamente quince años, con la reforma del año 2004 que creó los Tribunales de Familia o la descripción de una notificación personal al demandante para una audiencia de juicio: “Llegó la primera notificación para concurrir al Juzgado de Familia. El juicio por la tutela de mi hermana va a tener lugar el día seis de agosto. En el documento se constata que yo soy el demandante y mi tía la demandada” (p. 43) cuando en efecto, la única notificación personal que se realiza en el procedimiento de familia es la que cita a audiencia preparatoria, y se le realiza solo al demandado. Es claro que el narrador no tiene la necesidad de reproducir fielmente la estructura legal vigente pero basta una pequeña investigación para dar cuenta de estos errores garrafales, que ni siquiera un ajuste de los parámetros de verosimilitud interna del relato puede salvar. Esta falta de precisión hace que la narración pierda eficacia y consistencia durante algunos tramos.

A pesar de esto, desde el nivel siete hacia adelante la narración logra saltar los baches. Es en la descripción de la situación de encierro y alienación en que vive el protagonista, luego de haber asumido la pérdida, donde se encuentran los mejores momentos de la novela: “Me arriesgaré a abrir el cíber clandestinamente. La venta de piezas de computadores no me alcanza para cubrir todos los gastos. Estos días he pensado mucho en la luz, la factura, las ampolletas de las piezas, el sol de las mañanas que me impacta como un camión de reparto” (p. 99). Esta actitud de resignación ante la derrota, de un personaje que abandona la batalla en la vida real para concentrarse en aquel mundo paralelo en el que es realmente valorado, respetado y admirado, además de la obsesión con las computadoras, recuerda por momentos al Levrero de la Novela luminosa: “Todo el día veo a perros, gatos y aves moverse sin un fin determinado, ¿por qué es tan malo que yo me quede inspeccionando las mil y una caras de internet? Es como salir a volar con mis amigos, en bandada”. (p. 132)

Desde esta pasividad el narrador comienza a confundir los diferentes niveles del relato que antes estaban separados, los límites de lo real con lo virtual comienzan a difuminarse. Este delirio del protagonista traslada su experiencia virtual a la rutina diaria. Aquí surge la sospecha del lector acerca de la integridad de lo que el protagonista ha contado: “Yo sé revivir a los muertos, yo sé revivir a la gente anestesiada, en coma, bajo trance eterno. Simplemente hay que recordarles la imposibilidad de sus vidas, ofrecerles un rediseño total, un mundo a la medida de ellos”. (p. 146)

Nicolás Meneses es capaz de mostrar las grietas de lo que significa vivir en la precariedad material, la fragilidad de las estructuras sociales en las que se desenvuelven sus personajes, que viven en constante alienación. Constituye así un relato conectado con la experiencia de millones que se encuentran en permanente estado de necesidad, aislamiento y abandono: “¿dónde huir cuándo se está entre el Sename y los familiares más cercanos, la piedad de algún conocido, la frustración de algunos padres estériles?”.(p.95) Se trata en definitiva de una novela que vale ser leída, con altos y bajos, pero que logra los momentos de intensidad que marcan la diferencia.

 

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Felipe Espinosa Alarcón (Chillán, 1989). Poeta y estudiante de quinto año de Derecho. Gestor de las Jornadas de Derecho y Literatura de la Universidad Diego Portales (2018 – actualidad). Expositor del primer Congreso de Derecho y Literatura de la Universidad Austral de Chile con la ponencia “Despojados de la verdad” (2019) y del coloquio “El rol del arte en el proceso constituyente”, organizado por la Facultad de Derecho de la Universidad de Valparaíso (2019). Moderador de la conferencia “La norma como símbolo y sus implicancias políticas” en las Jornadas de Derecho y Literatura de la Universidad Diego Portales (2018). Impartirá —a partir de marzo de 2020— el “Taller de Escritura Creativa” junto con la escritora Fernanda Zamora.

 

«Throguel Online» (Emecé, 2019)

 

 

Nicolás Meneses

 

 

Imagen destacada: Planeta de Libros.