En este montaje destacan muy bien la proyección vocal de los actores, el uso de los recursos humorísticos, el movimiento corporal y la gigantesca escenografía utilizada: una pared enorme, llena de notas con ideas, que los personajes han pegado durante los cuatro años que llevan encerrados desarrollando su hipotético proyecto artístico.
Por Eduardo Taylor
Publicado el 8.09.2017
La compañía La Re-sentida presenta un montaje que cuestiona la funcionalidad del arte. Tenemos en escena un grupo de actores que llevan cuatro años encerrados en un sótano trabajando en el proyecto de sus vidas: «Tratando de hacer una obra que cambie el mundo (El delirio final de los últimos románticos)». En medio de este proceso creativo, cargado de neurosis y de paranoias, van abarcando diversas corrientes del arte del siglo XX con un tono satírico lleno de humor. Burlándose del intelectualismo, de la morbosidad y de la premisa del “arte por el arte”, que se da en tantos espectáculos performativos de hoy en día.
Los nombres de Nietzsche, de Artaud o de Duchamp les sirven para justificar cualquier idea rupturista si es que son usados con gracia, algo digno de los sofistas griegos. Así, vemos en el escenario una fuerte crítica al arte de nuestro tiempo, como dicen los personajes de la obra: “el arte de una generación a la que no le ha pasado nada”. Y es esta nada y esta comodidad la que ha permitido que cualquier cosa sea arte si es bien justificada.
Los actores se preguntan: ¿qué función tiene el arte en nuestros días? Ellos se muestran decepcionados del actual teatro político. Donde después de denunciar los horrores del sistema actual el público llora, aplaude, se emociona, y vuelve a aplaudir. El telón de fondo se ha cerrado, el show ha terminado. ¿Pero después qué pasa?, ¿después de ver una representación de una matanza de obreros o un centro de tortura realmente cambia el mundo?
Los personajes resuelven esta inquietud pretendiendo romper la frontera entre el público y el artista, la llamada cuarta pared. Así se pretende mostrar de forma real la tortura, la muerte y el hambre. Los actores tienen la loca idea de traer a un grupo de niños africanos desnutridos al escenario para potenciar el afecto catártico. Cosa de la que después se arrepienten para seguir divagando en su proceso creativo.
Destacan muy bien la proyección vocal de los actores, el uso de los recursos humorísticos, el movimiento corporal y la gigantesca escenografía utilizada: una pared enorme, llena de notas con ideas, que los personajes han pegado durante los cuatro años que llevan encerrados desarrollando su hipotético proyecto artístico. Además de esto tenemos un montón de libros «intelectuales» esparcidos por todo el escenario y la tumba del ex líder del grupo, fallecido en un “accidente”.
La obra entrega una potente reflexión cuando a los actores les llega una carta diciéndoles que la utopía social ya se había logrado en la superficie, que el sueño Hegeliano se había cumplido, que ya no era necesario luchar por la revolución porque ésta se había logrado. La gente ahora vive dignamente, con sueldos decentes, sin racismo ni violencia de género, todos son felices. Tan felices, que el teatro político ya no es necesario.
Quizás hubo un tiempo donde el arte no era necesario, pues la vida misma era una obra de arte. Un tiempo en que el ser humano no sabía si era hombre o mujer. Donde no había ninguna categoría de género, raza, o de especie, pues todo lo que el ser humano miraba era un reflejo de su mundo interior. Quizás el arte es el intento por recordar esos tiempos ancestrales por medio de la catarsis.
Quizás por eso hacemos teatro en nuestros días. Al igual como lo hacían nuestros antepasados en sus rituales donde entraban en trance olvidando por un momento eterno la separación entre el ser humano y la naturaleza.
Ficha artística
Dirección: Marco Layera
Dramaturgia: La Re-sentida
Producción: Nicolás Herrera
Elenco: Benjamín Westfall, Carolina Palacios, Nicolás Herrera, Pedro Muñoz, Eduardo Herrera
Diseño Integral: Pablo de la Fuente
Diseño de Vestuario: Carola Sandoval
Director Técnico: Karl Heinz Sateler
Sonido: Alonso Orrego
Asistente de Escena: Diego Acuña, Benjamín Cortés
Funciones desde el 31 de agosto al 10 de septiembre de 2017, excepto el sábado 9 de septiembre, día en que no hay presentaciones
Jueves a sábado 20:30 horas, domingo 19:30 horas
Valor de las entradas: $3.000 general
Duración: 85 minutos
Para mayores de 14 años
Crédito de las fotografías: Centro Cultural Matucana 100