Hay que destacar —entre los aciertos artísticos del filme de Sebastián Lelio— no sólo la elección de piezas populares y clásicas para su banda sonora, sino también un audio realmente logrado para reforzar la estética de la cinta, una narración de contrastes que transitan desde la sensibilidad al salvajismo, de lo íntimo a los espacios abiertos de la ciudad de Santiago, y del amor a la intolerancia que deviene en violencia y clasismo.
Por Aníbal Ricci Anduaga
Publicado el 8.6.2020
Al igual que en Gloria (2013) el director vuelve a incorporar la letra de canciones al discurso narrativo de tal manera que Alan Parsons Project susurra: «…quién sabe si nos volveremos a ver… pero el tiempo sigue fluyendo como un río…», palabras que interpretan a Orlando y presagian el punto de partida del conflicto: la muerte del propio individuo.
Las locaciones de inicio son un sauna, un restaurante, una discoteque, lugares a media luz que reflejan la intimidad que existe en la relación de Orlando y Marina. Él pertenece a una familia de buen pasar económico y quiere compartir el mundo con su pareja invitándola a un viaje idílico. La muerte trunca los planes y de pronto todo el amor de Orlando es violentado por sus familiares que nunca aceptaron que el padre de familia volcara sus afectos hacia Marina, una cantante transexual a la que Sebastián Lelio le otorga humanidad, tratándola con cariño, al igual que a personajes secundarios como Gabo (hermano del difunto) y la hermana de Marina.
Otra vez el director se enfoca en un solo personaje y vuelve a una narración cronológica donde quizás sobren un par de escenas que alargan el metraje. Marina debe soportar los prejuicios de la sociedad santiaguina: de los médicos, un carabinero y una detective de investigaciones, sobre todo de la familia que juzga como «perversión» todo lo relacionado con Marina.
El travelling de ella luchando contra el viento es la metáfora perfecta del abrupto paso desde la comodidad material a la precariedad, no sólo material sino afectiva donde los familiares de Orlando se comportan como salvajes, escenas que pudieron ser más violentas, pero que Lelio las simplifica debido a que ésta es la historia de Marina Vidal, que comprenderá que la vida continúa y debe refugiarse en otro tipo de amor: su pasión por el canto lírico, que no está suficientemente enfatizada y surge de improviso hacia el final.
Los diálogos son marcadamente toscos y precarios reflejando la incomunicación entre Marina y aquellos supuestamente «normales», quizás faltó matizar con mejores parlamentos en los momentos más humanos y los más brutales. «Eres una quimera» es una extraña elección, encaja mejor: «perversión».
El director rompe la monotonía del periplo de la protagonista con la anécdota de la llave del casillero, que desemboca en una logradísima escena al interior del sauna donde la cámara sigue a Marina deambulando entre el espacio para mujeres y el de los hombres, sugiriendo misterio de lo que va a encontrar, pero a la vez instalando la reflexión del universo interno que transita el personaje.
Las secuencias de los espejos resultan redundantes o contradictorias. El espejo en la calle para que ella descubra su identidad es un recurso tan utilizado como innecesario y el plano del espejo ocultando el sexo de Marina, aparte de ser una cursilería, entorpece el discurso limpio de un personaje que se define no por su sexualidad sino por su humanidad. «…Tú me haces sentir como una mujer (natural)…» frasea Carole King y la imagen nos transporta de la mano de la actriz Daniela Vega que interpreta un personaje lleno de coraje y amor propio, siendo el sustento principal de una historia no demasiado compleja.
Hay que destacar, no sólo la elección de piezas populares y clásicas, sino un sonido realmente logrado para reforzar la estética de la cinta, una narración de contrastes que transitan desde la sensibilidad al salvajismo, de lo íntimo a los espacios abiertos de la ciudad, del amor a la intolerancia que deviene en violencia.
La película insinúa que Marina pertenece a una clase social menos acomodada, contraste que distrae del tema sexual y que posiblemente haya sido una acertada decisión de guion para que el espectador concluya que Marina Vidal o Daniela Vega es una mujer fantástica.
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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) ha publicado las novelas Fear, El rincón más lejano, Tan lejos. Tan cerca, El pasado nunca termina de ocurrir, y las nouvelles Siempre me roban el reloj, El martirio de los días y las noches, además de los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca, Meditaciones de los jueves (relatos y ensayos) y Reflexiones de la imagen (cine).
Tráiler:
Imagen destacada: La actriz Daniela Vega en el filme Una mujer fantástica (2017), de Sebastián Lelio.