En este largometraje de ficción iraní -ganador del Óscar a la mejor película de habla no inglesa durante el año pasado- hay una atmósfera de incomodidad que no deja a nadie indiferente. Un embrollo moral que obligará a tomar partido, reflexionando sobre la propia naturaleza humana. ¿Qué hacer con este tipo? ¿Cobrar justicia con las propias manos? ¿Destapar las verdaderas razones de por qué llegó al departamento? ¿Humillarlo con su familia? ¿Quién era, en definitiva, la anterior inquilina?
Por Francisco Marín-Naritelli
Publicado el 13.11.2017
“La caza del hombre es como la caza de la fiera: se corre el peligro de volver con el morral vacío”.
Fiodor Dostoievski
Rana y Emad tienen que desalojar su piso en el centro de Teherán. Resulta que una excavación colindante amenaza la estabilidad del edificio y la de sus habitantes. Se instalan en otro departamento, gracias a la ayuda de un amigo y colega de la compañía de teatro donde trabajan, pero la llegada de un desconocido, una noche, cambiará todo y obligará a tomar decisiones imprevistas. Este es el argumento de “El cliente”, también conocido en España y Latinoamérica como “El viajante” («Forushande», 2016) largometraje dirigido por Asghar Farhadi, y que ganó el Óscar a mejor película de habla no inglesa la temporada pasada.
Con un guión inteligente, y una actuación que le valió el premio a mejor actor a Shahab Hossein, en el Festival de Cannes, el drama enlaza dos historias: la de esta joven pareja en los papeles estelares de una versión local de La muerte de un vendedor, de Arthur Miller, y la relación de ambos, esta vez en la realidad, con los problemas domésticos incluidos, una vida apacible que de pronto toma un curso inesperado, quebrando la armonía y la tranquilidad familiar. Aquel hecho genera consecuencias devastadoras. Emad, confundido, comienza a desvelarse y actuar de manera impulsiva y hasta violenta. Rana, en cambio, con evidente angustia, no puede estar sola. Sus vidas se trastornan, discuten. Las cosas se descontrolan. Emad decide investigar por su cuenta, hasta llegar a la identidad y paradero de este desconocido.
¿Qué decisión tomará Emad?
En “El viajante”, hay una atmósfera de incomodidad que no deja a nadie indiferente. Un embrollo moral que obligará a tomar partido, reflexionando sobre la propia naturaleza humana. ¿Qué hacer con este tipo? ¿Cobrar justicia con las propias manos? ¿Destapar las verdaderas razones de por qué llegó al departamento? ¿Humillarlo con su familia? ¿Quién era, en definitiva, la anterior inquilina?
Bajo el contexto de una sociedad sumamente conservadora, como la iraní, donde la promiscuidad es objeto de sanción moral y religiosa, Emad, presionado por los rumores de sus compañeros y vecinos acerca de la vida licenciosa de la anterior inquilina, se debate entre el deseo de justicia y la presión social. ¿Podrá restituir el honor de su esposa? ¿Justicia ineludible o simple venganza?
Hay una búsqueda psicológica en la séptima película de Asghar Farhadi, de la historia, de los personajes, cuyo trasfondo es el espacio que habitan. Un departamento, una moral, un código de conducta, una zona gris de la cual no es tan fácil distinguir entre buenos y malos.
«El viajante» ha sido repuesta durante estos días en nuestra cartelera, por el Cine Arte Normandie de la capital.
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