En la obra del autor norteamericano, las personas y las cosas se nos presentan sin más, como si se tratara de una foto instantánea y sin retoques. Así, el escritor no trata de crear símbolos ni de hacer un arte lírico didáctico o bien moralizador: sus creaciones poseen la crudeza de la modernidad, de la cotidianidad y de esa forma exhibe la belleza de lo real.
Por Sergio Inestrosa
Publicado el 5.5.2019
Acabo de leer el libro Poesía reunida del poeta estadounidense William Carlos Williams (1883 – 1963), y que fuera publicado por la editorial Lumen, Barcelona, en 2017.
William Carlos Williams nació en 1983 en Rutherford (Nueva Jersey), lugar donde vivió casi toda su vida y donde murió en 1963. De su madre puertorriqueña aprendió el castellano desde pequeño, y de allí también su segundo nombre.
Williams estudió medicina (de suyo ejerció como médico) en la Universidad de Pennsylvania donde conoció al poeta Ezra Pound quien pronto descubrió su gran calidad poética. Williams y Pound mantuvieron una intensa amistad hasta el final de sus días. Williams, además, ganó el Premio Pulitzer en 1963 por su libro Cuadros de Brueghel y otros poemas (1962).
Williams, a diferencia de T.S. Eliot y de Ezra Pound, optó por quedarse a vivir en los Estados Unidos y aquí creó una obra que, en su mayor parte, retrata la vida urbana de los Estados Unidos.
Los críticos de su obra afirman que sus poemas no tratan de explicar sino de capturar las cosas y las personas sencillas como si fueran instantáneas casuales, fotografías donde se despliega una mirada que ocurre por primera vez, no tanto por el asombro sino por ser una mirada directa y sin retoques, donde los seres y los objetos se encuentran en sus espacios cotidianos.
Además, estos expertos afirman que Williams no cedió nunca a la tentación de hacer de su poesía un obra de tono meditativo o ensimismado y muy por el contrario, dicen, en su bibliografía rehuye hacer abstracciones y en cambio se concentra en lo concreto tratando siempre de hacer poesía en las cosas y no en las ideas, en lo objetivo incluso alejado de lo que es tradicionalmente considerado como temas poéticos.
Me atrevo a afirmar, pues que Williams no trató de hacer poesía filosófica sino que más bien creo una especie de antipoesía, aunque el termino le pertenece al poeta chileno Nicanor Parra Sandoval. ¿Por qué lo digo? Porque en su poesía las personas y las cosas se nos presentan sin más, como si tratara de una foto instantánea y sin retoques (una polaroid). Williams no trata de crear símbolos ni de hacer poesía didáctica o moralizante y en este sentido, sus poemas tienen la crudeza de la modernidad y de la cotidianidad y de esta forma nos ofrece la belleza de lo real.
¿Cómo lo logra? En primer lugar, a través de la imaginación. Para Williams, la imaginación no sólo ve, sino que también se oye y no sólo oye, también se dice. Por este camino, la imaginación para el poeta no representa, pero a través de ella se puede producir poesía que antes no existía, que no estaba disponible en la realidad. Su otro recurso es hacer del poema una metáfora en la que los objetos hablan (el inglés que se verbaliza en los Estados Unidos) y donde las palabras se vuelven objetos sensibles.
A continuación, comparto con ustedes seis poemas que para mi gusto ejemplifican lo brevemente dicho sobre el ejercicio poético de este notable autor estadounidense; sin duda uno de los más importantes del siglo XX en la literatura mundial.
Esto es sólo para decir
Me he comido
las ciruelas
que estaban
en el refrigerador
y que
seguramente
habías apartado
para el desayuno
Perdóname
estaban deliciosas
tan dulces
y tan frías.
Visión
La luna
ovoide
en la prensa negra
se sienta
abrazando sus rodillas,
se fue con el pensamiento
encima
de la ciudad anhelada.
Para despertar a un anciano
La vejez es
un vuelo de pequeños
pájaros chillones
que rozan
árboles desnudos
sobre un cristal de nieve.
Avanzan y retroceden
abofeteados
por un viento oscuro
¿Y qué?
Sobre ásperos tallos
se posó la bandada,
la nieve
se cubrió de cáscaras
de semillas rotas
y un agudo
rumor de plenitud
templó el viento.
Los niños
De tanto en tanto
tropezamos con un sendero
de violetas amarillas
algunas
pocas azules grandes violetas
azules en
el bosque del cementerio
recogimos
manojos de ellas
había ahí una familia
llamada Foltette
un a familia numerosa
con muchas tumbas de niños
así que recogimos
manojos de violetas
y pusimos uno
sobre cada lápida.
Un ejercicio
Enfermo como estoy
confusa mi mente
quiero decir
resistí hasta aquí
este abril
visitando amigos
al al volver a casa
tarde en la noche
vi
su
enorme cuello
parecía
ahogarlo
no supe
si
él me vio aunque
estaba sentado
exactamente
frente a mí
¿podremos
liberarnos de esa edad
moderna
y aprender
a respirar de nuevo?
El resurgimiento
Tarde o temprano
llegaremos al final
de la lucha
para restablecer
la imagen la imagen de
la rosa
pero aún no
dices extendiendo
el tiempo indefinidamente
por
tu amor hasta que una
primavera entera
reencienda
el violeta en las propias
orquídeas
y así por
tu amor el mismo sol
es reavivado
el poema.
Sergio Inestrosa (San Salvador, 1957) es escritor y profesor de español y de asuntos latinoamericanos en el Endicott College, Beverly, de Massachusetts, Estados Unidos, además de redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: El poeta estadounidense William Carlos Williams (1883 – 1963), en 1952.